miércoles, 15 de octubre de 2008

ERNEST SCHACKLETON: EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD


Acostumbrados a orbitar sobre programas televisivos que muestran la peor cara de la especie humana, esto es, la codicia, el arribismo, la mezquindad y la violencia, en el polo opuesto nos topamos de vez en cuando con personajes sencillamente ejemplares. Lo fue y en grado sumo Sir Ernest Henry Schackleton (1874-1922), a quien la historia le ha sacado no hace demasiado tiempo de un cierto anonimato allén de las fronteras del Reino Unido donde sigue siendo considerado un «héroe nacional». Una vez más, la meta por llegar a ser el primero nos ha privado del conocimiento de numerosos hombres y mujeres que hicieron de sus respectivas existencias un triunfo en sí mismo. El documental Schackleton. Aventura Antártica (2001), que pude repescar en un revival de producciones IMAX y del que me hacía eco en un anterior post, me ha puesto sobre la pista de esta insigne personalidad, tocada por un carisma especial hasta el punto que decenas de hombres confiaron en él para acompañarle en un total de tres expediciones por el «continente perdido». Cumplimentada una primera expedición, la del Nimrod en 1907, al año siguiente Schackleton llevaría a cabo una segunda, siendo condecorado con el título de Caballero del Imperio Británico por Edward II a su regreso a Gran Bretaña. Alentado por la noticia de que Roald Admundsen había logrado descubrir por primera vez el Polo Sur en 1912, sin mayor demora se encomendó a preparar una expedición que marcaría el devenir de su vida. A la tercera no iría la vencida, pero sí que logró una gesta que quedaría grabada a fuego y que fue la secuencia de su existencia de la que se nutriría el documental proyectado en salas IMAX con narración de su compatriota irlandés Liam Neeson. Bajo el pomposo nombre Imperial Transantartict Expedition (1914-1917), un total de cincuenta y seis hombres se armaron de valor para surcar las gélidas aguas del hemisferio sur con la intención de cruzar de costa a costa la Antártida. Más de medio centenar de personas, entre técnicos especialistas, científicos y expertos navegantes se distribuyeron en dos barcos, uno de los cuales, el Endurance («resistencia»), acabaría hundiéndose al poco de penetrar en la inmensidad del «continente blanco». El jefe de expedición irlandés, lejos de desfallecer, animó a su tripulación en el que sería el proyecto más complicado que hubiera imaginado: la supervivencia en un espacio del planeta sojuzgado con unas condiciones meteorológicas extremas y fuera de las rutas de navíos que en la primera década del siglo XX apenas se hacían visibles en esas latitudes. Dicen que la voluntad mueve montañas. Schackleton no tan sólo las movió sino que las atravesó, con una fortaleza física y mental que le llevaría hasta la estación ballenera de Georgia del Sur, tras haber hecho escala en la ignota isla Elefante en compañía de tres hombres de similar valor y espíritu de superación. En el documental Reinhold Messner, uno de mis «héroes» de juventud –por aquel entonces, se podían contar con los dedos de una mano los que habían ollado los 14 ochomiles, gesta igualada a posteriori por nuestro Juanito Ollarzábal–, al reproducir el logro de Schackleton en el tramo final de una odisea que se prolongó más de un año, no podía dar crédito lo que debieron padecer cuatro de los supervivientes de la Endurance. En una nueva señal de su grandeza, Schackleton convenció al gobierno chileno para que le prestaran ayuda y así poder ir al rescate de sus compañeros, el grueso de los tripulantes de la Endurance, que habían quedado a su suerte en la isla Elefante por espacio de más de cien días. Todo aquel despliegue físico acabaría pasándole factura años más tarde, concretamente en los primeros días de 1922, cuando otra expedición le llevaría nuevamente hasta Georgia del Sur. Allí encontraría su final una figura ejemplar que tomaría el rostro de Kenneth Branagh en una película para televisión dirigida en 2002 por un habitual del medio como Charles Sturridge. Mi pequeño tributo, pues, al gran, inmenso Ernest Schackleton, paradigma del triunfo de la voluntad.

1 comentario:

Ignasi dijo...

Sens dubte una figura apassionant, com tota la dels homes que es llançaven a l'aventura en temps en què encara romanien parts del globus per explorar, qual el món era veritablement verge i la ment humana podia somniar. Homes com Cristòfol Colom, Marco Polo, i tot i que amb moltes coses a retreure els "conquistadores" espanyols tenen aquest nimbe que els fa definitivament diferents, força especials. Celebro que una figura com Schackleton t'hagi interessat; no fa gaire, casualment, vaig revisar un seguit de materials sobre ell (documentals, footage de l'autèntica expedició, etc). M'ha sorprès gratament aquest interès teu per ell.

Ignasi