domingo, 30 de noviembre de 2008

EL MISERABLE DE LA CALLE FERRAZ


El Catedrático Adolfo Sarabia Santander, en su introducción a la edición bilingüe de Volpone (1605) a cargo de Erasmo, explica que el objetivo de Ben Jonson (1571-1637) se inserta en esa «línea tradicional de defensa de unos valores humanos y sencillos, apegados a la tierra, recuerdo de una sociedad más sencilla y comprensible en la que el hombre no era un lobo para el hombre, y a pesar de ser teatro de primera clase que todavía hoy puede ser representado sin perder nada de su frescura y vitalidad no deja de predicarnos en el fondo con toda claridad el sermón de la profunda que puede llegar a ser la estupidez del hombre, su locura cuando deja que la avaricia sea el eje de su vida». Esa misma avaricia que, como otros tantos atributos que adornan a la condición humana ha llevado a personajes de la vida política como el Sr. José Blanco a acondicionar su particular «Sangri-La» en el privilegiado escenario marino que ofrece la Isla de Arosa, en su Pontevedra natal. Para este «Mosca» —el personaje subsidiario de su amo Volpone, cuyo sobrenombre de «el zorro» le vendría ni que pintado a José Luis Rodríguez Zapatero— de la política nacional, desde la atalaya que le procura su puesto de Vicesecreatrio General del PSOE, el saberse colmado de vanidad y avaricia, le trae al fresco cualquier crítica que se le haga a rebujo de las declaraciones que hace mítin si y mítin también, rebajando a los más bajos estratos morales el ejercicio de una práctica que en determinadas épocas y latitudes están/han estado/estaban tocadas por la vara de la dignidad y el señorío. Sin reparar en el alcance de sus palabras, el Sr. Blanco se ha descolgado este fin de semana con un comentario que habla de su bajeza moral al acusar a Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, de haber escapado por piernas de una muerte segura. Sencillamente, ella y otros más salvaron el pellejo en medio de la oleada de atentados que tuvieron lugar en un barrio residencial de Bombay. Me da lo mismo si ella es del Partido Popular y él del PSOE. Esas «trincheras» ideológicas no valen para juzgar una actitud mezquina y miserable como la exhibida por el Sr. Blanco, en una oratoria que, digámoslo también, obtuvo su recompensa en una salva de aplausos que parecían corear, como agua bendita, los hachazos a uno de los estandartes de partido político rival. Parapetado en las revelaciones que le ha podido hacer algunos de los Deep throats («gargantas profundas») que pululan por la calle Ferraz, esos corvinos a los que pone rostro Jonson en su obra capital, el Sr. Blanco parece legitimado para verter acusaciones sobre alguien que tenía todos los números para llegar en avión a Barajas... pero con los pies por delante.
Para alguien que creyó un día en los valores que propugnaba el Partido Socialista Español ver como toman las riendas semejantes personajes arribistas, de tamaña catadura moral, es una señal de la decadencia de nuestra clase política. A buen seguro, después de que algunos le den un golpecito en la espalda diciendo el arrojo que ha tenido por meterse con Espe y otros le muestren su apoyo incondicional en su blog ante los ataques que le sobrevienen por la derecha más recalcitrante (léase la COPE, La razón, etc.), José Luis Rodríguez «el zorro» Zapatero hará mutis por el forro no vaya a ser que se revele «Mosca». Como apunta Sarabia Santander, la pieza isabelina de Jonson tiene cuerda para rato para representarse sobre los escenarios. Para un nuevo montaje, se postulan como actores Zapatero y el Sr. Blanco. El texto, con leves retoques para darle un aire de modernidad en algunos pasajes, no le faltarán adaptadores entre la larga nómina de asesores con ínfulas literarias que beben de las fuentes económicas que emanan de las arcas del Estado.

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