miércoles, 14 de octubre de 2009

EL INFORME DE LA MINORÍA: MEDIDAS PRECOG

El recién nombramiento de Barak Obama como premio Nobel de la Paz no hace más que refrendar una impresión que he venido observando de un tiempo a esta parte: la necesidad de las sociedades desarrolladas por anticipar aquello que vendrá. No sería descabellado pensar que, en un futuro no demasiado lejano, los gobiernos contarán con un Ministerio de Predicciones de Futuro. Con ello el gobierno de turno se ahorraría presentarse frente a la sociedad con una batería de mentiras que trataran de amortiguar el golpe bajo que supone una crisis que les ha pillado con el pie cambiado precisamente por una falta de previsión. Pero esos cálculos al largo plazo no tan sólo serían aplicables a la economía sino a asuntos, por ejemplo, referidos a la seguridad, en franca concordancia con lo expuesto por Philip K. Dick en su relato El informe de la minoría, fuente de inspiración para ese clásico contemporáneo del fantástico, en su variante de anticipación, que lleva por nombre Minority Report (2002). Reducir a la mínima expresión el índice de criminalidad parecería una aspiración razonable para aquellos altos mandos de la seguridad que se desayunan día sí y otro también con la noticia de un asesinato en plena calle, en el infierno de un hogar desmembrado o en una zona de ocio del extrarradio de una gran ciudad. A expensas de dar algún día con esa pareja de gemelos y esa joven de mirada triste cuyos cerebros se conectan en red para suministrar la información/predicción de futuro necesaria para activar los dispositivos Precog, las sociedades del primer mundo desarrollan, en distintos organismos e instituciones, una política que prima lo que sobre el papel puede darse. Además del Nobel otorgado a Obama, otras situaciones que quizás tiempo atrás nos moverían a la perplejidad, en la actualidad son tomadas con cierta naturalidad: este es el caso de los actos perpetrados por el juez Baltasar Garzón en territorio vasco que impide ni siquiera que Arnaldo Otegui y los de su cuerda oficialicen su voluntad de refundar Batasuna; el de desestimar la presunción de inocencia sin estar imputado en Gürtel Gate, como ocurre con Ricardo Costa en el PP de Valencia, etc. Una realidad preventiva que tiene su paradigma en las dos guerras que se dilucidan en Oriente Medio desde hace años, con la presunción por parte de esos Precogs instalados en los aledaños del poder que si se ataca a las madrigueras que concentran a los radicales islamistas en suelo afgano e iraquí, se podrá evitar que en distintas capitales europeas y en los Estados Unidos se reproduzcan las sangrías de asesinatos de la población civil de antaño.
Visionario —por efecto del ácido lisérgico (LSD) o sin él— donde los haya, otro residente de Chicago, Phlip K. Dick, nos legó un sinfín de obras literarias que pivotan sobre la idea de la identidad, al tiempo que someten al lector a proyectarnos de continuo en un futuro imperfecto al que ya hemos empezado a identificar como algo tangible. Es evidente que Los Ángeles de 2016 que se reproduce en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? presenta una fisonomía bastante distinta de la Megápolis de la costa Oeste de los Estado Unidos de nuestros días, pero el concepto de individuos carentes de estímulos emocionales (que se confunden con los replicantes) lo podemos palpar con la yemas de nuestros dedos; a mayor tecnificación de las sociedades, aumenta el riesgo que esa sensibilidad inherente a la condición humana languidezca. Para todos aquellos que tomamos en consideración el carácter profético de la novela que dio pie a la insigne Blade Runner (1982), al volver sobre la lectura de El informe de la minoría —integrada en una antología de cuentos y relatos breves publicada por Ediciones B— no puedo por menos que interpretar que ese espacio de futuro dickiano (que no dickensiano) abraza la realidad de nuestros días. El arte de la prevención se ha instalado en nuestro mundo; ahora ya no solo debemos aprender del pasado para evitar errores que se puedan ofrecer en el futuro.

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