domingo, 7 de febrero de 2010

LA «TERCERA JUVENTUD»: UNA VIDA «EN EXTENSIÓN»

Los pronósticos más alarmistas —que, a veces, se tornan en los más realistas— fijan en 2030 el punto de inflexión de un sistema de pensiones que por, aquellas fechas, entraría en barrena si no se toman medidas con la suficiente antelación. De la idoneidad sobre abrir otro frente en plena crisis que somete a buena parte de la sociedad española a una situación angustiante por no decir desesperada, cabría ponerlo en cuarentena. Pero en el fondo de la cuestión subyace una realidad que hará, a unas décadas vista, observar una sociedad donde las personas centenarias se contabilizarán por decenas de miles en lugar de los pocos miles que se registran en el censo actual. Esta prospección de futuro tiene todos los visos de cumplirse por cuanto España es el segundo país con mayor esperanza de vida de todo el planeta y que, llegado el año 2030, la jubilación puede significar para muchos más que una «tercera juventud» una eternidad... A todos aquellos que ponen el grito en el cielo sobre el hecho de trabajar de media hasta los sesenta y siete años cabría colocarles frente a un escenario temporal donde por cada 10 trabajadores habría 9 que no lo harían por cuestiones de edad, y las enfermedades como el Alzheimer, las demencias seniles, las afectaciones coronarias o el cáncer se dispararían por mor del envejecimiento de la población. La consecuencia de todo ello es que la llamada Ley de la Dependencia se comería una gran porción del presupuesto que actualmente se destina en Sanidad a esta partida, y los centros clínicos crecerán como hongos de texturas blanquecinas en las ciudades o municipios de nuestro país. Sin embargo, dudo mucho que la idea de ampliar los años de vida laboral haya surgido de algún avispado director o mando intermedio de la Seguridad Social; sería una medida contraproducente para ellos mismos y ya se sabe que uno de los rasgos que distingue al Homo sapiens es su egoísmo. Más bien se trata de uno de los múltiples «globos sonda» que la Administración Zapatero lanza con el fin de distraer la atención ante un panorama económico-financiero caótico. Pero de todos esos «globos sonda» el que me aventuro seguirá surcando los cielos de la península ibérica durante largo tiempo será el que compete al retraso de la edad de jubilación. La perspectiva del listón de 67 años incluso se me antoja corta cuando dentro de unos años nos demos cuenta que la siguiente conquista de un consumismo desbocado nos impulse a creer que la vida pierde sentido si no accedemos a un programa depositario del «elixir» de la «eterna juventud». Decir la edad será un tabú en cóctels o en fiestas de alto standing; por los mismos camparán figuras «liofilizadas» de setenta años con apariencia de cuarenta dispuestos/as a despertar la líbido o activar las ferohormonas de personas que por edad se corresponderían con sus vástagos. Esta práctica, lejos de circunscribirse a ciertos ámbitos tocados de pedigree penetrará en los intersticios de las capas más bajas de una sociedad que no querrán perder comba del estado del bienestar cuyo mantenimiento, sino incremento, formará parte de los programas electorales de cada uno de los partidos. Entonces, no extrañará que en los descansos de la campaña electoral algún político sin sombra de arrugas que asome en su rostro de piel tersa eche la vista en su e-book —en su versión original, en gallego, catalán, euskera o castellano— en el archivo donde se encapsula el contenido de  Life Extension: A Practical Scientific Approach (1982), de Durk Pearson y Sandy Shaw, la obra seminal de una literatura científica destinada a hacernos creer que la vida es posible después de los cien no como valor excepcional sino como opción más que extendida y «saludable».... Pero para ciertos colectivos de personas en las que la lectura representa un hábito poco «saludable», más que Pearson y Shaw, rendirán pleitesía a ese «icono catódico» llamado Belén Esteban. Así pues, en las paredes de los estudios de Telecinco aparecerán pintadas que recen: «¡Abajo la inmortalidad!». No duden que, de ser así, una de las líneas de investigación más firmes que baraje la policía sitúe a uno de sus presuntos autores o instigadores en la cúpula de mando del gobierno de turno, aunque la pista falsa (con ánimo de distraer la atención de  los sabuesos revestidos de periodistas) que sigan los tabloides digitales ubiquen al principal sospechoso en las oficinas de la Seguridad Social en horario diurno...

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