lunes, 26 de diciembre de 2011

LAS TRES NOCHES DE BARBARA STANWYCK: UN «BLOG-ANTÍDOTO»

Cada uno de nosotros tiene una visión, una forma de entender el cine. Fundamentalmente, para un servidor pongo por delante de cualquier otra consideración que me sepan contar una historia, que esté bien explicada. Luego ya vendrán otros aspectos, pero lo básico guarda directa relación con una sintaxis narrativa que conocían perfectamente al dedillo los responsables de edificar el Studio System. A medida que los nuevos requerimientos técnicos se han ido sofisticando, se ha producido un abandono de ese cine narrativo, que iba a la esencia de la idea del storyteller y que, al final de esas sesiones te quedaba el regusto de haber asistido a una lección de cómo se debe contar una historia en un determinado tiempo, generalmente pautado en una hora y media. En mi idea de la felicidad se sitúa el ir recuperando de tanto en tanto ese cine de antaño, muchas veces con un aliento de modernidad que ya quisieran para sí un buen puñado de films estrenados en la gran pantalla en los últimos decenios. Es por ello que, casi de una manera inconsciente, hace poco pensé en dar rienda suelta a la creación de un blog consagrado a una de mis actrices favoritas, Barbara Stanwyck (1907-1990) y, así pues, poder gozar de la recuperación de la mayor parte de su soberbia filmografía vía formato digital, pase televisivo o filmoteca al menos, en nuestra bendita Catalunya, cuando se reabra la nueva sede después de un impasse que empieza a ser un punto preocupante. Parece mentira pero de sus ochenta y tantas películas, más de la mitad no llegaron a estrenarse en el estado español. Si bien he podido visitar algunos de estos títulos por distintos conductos, aún quedan pendientes producciones de las que tengo una insana curiosidad por descubrir, máxime cuando aún no conozco una mala interpretación de Mrs. Stanwyck, capaz de abordar todo tipo de registros dramáticos, cómicos, tragicómicos, musicales, etc.— y salir airosa.  
   En esa tarea con visos de homenaje-tributo a Barbara Stanwyck no me encuentro solo ante el peligroAdrián Sánchez, Sergi Grau y Carlos Giménez Soria se han sumado a la idea que ya va cobrando forma, la de Las tres noches de Barbara Stanwyck, en alusión a una de las cumbres de la screwball comedy, Las tres noches de Eva (1941), dirigida por mi admirado Preston Sturges, en la que, una vez más, Ruby Catherine Stevens —su nombre verdadero— seducía a la cámara como pocas actrices. En tiempos de recortes, crisis sistémicas o primas de riesgo encaramadas en la estratosfera con enmienda a situarnos en el «estado del malestar», cada uno de nosotros trata de contrarrestar este tsunami de realidades poco agradables con valores refugio. Además del amor como motor de nuestras vidas (no el que da carta de naturaleza al eslogan te odio mi amor), la lectura, la amistad o viajar  puede ser algunos de esos valores refugio. A todo ello sumo para este 2012 y en adelante —estas cosas se saben cuando empiezan pero nunca cuando acaban— el (re)descubrimiento de la magna obra de Barbara Stanwyck. De ello daremos fe Sergi, Adrián, Carlos y un servidor en Las tres noches de Barbara Stanwyck, un blog que para algunos puede ser caldo de cultivo para la nostalgia pero más bien diría que se trata de un «efecto balsámico» ante una realidad social, política, mediática y económica sojuzgada por un negativismo a ultranza —en una crisis que no parece tener fin—, y como antídoto a ese cine que por muchas gafas que te pongas sigues viendo borrosa su sintaxis narrativa. Harían bien algunos de esos seudocineastas en reparar en la arquitectura narrativa de films del calibre de Juan Nadie (1941), Bola de fuego (1941) —en este título con guión de Billy Wilder y Charles Brackett, y dirección de Howard Hawks se proyectan algunos de mis primeros recuerdos sobre Missy—, Siempre hay un mañana (1956), Clash By Night (1952) o incluso Christmas in Connecticut (1945), título al que hemos dedicado el primer post de este blog que, pese a sus actualizaciones más o menos semanales, no distraerá mis cometidos en otros frentes, incluido El mundo de Haldane. Invitados estáis, pues, a pasaros por este blog escrito a cuatro manos y con ocho ojos abiertos como platos deleitándonos con la variedad de registros de Ruby Catherine Stevens, en arte (mucho arte), Barbara Stanwyck.     


Enlace al blog Las tres noches de Barbara Stanwyck   

miércoles, 21 de diciembre de 2011

LA LENGUA DEL ESPERANTO: A PROPÓSITO DE «INCUBUS» (1966)

Casi a modo de flash, recuerdo la presencia de un matrimonio de mediana edad con una particularidad muy curiosa en la casa de un pueblo del Penedès que habían alquilado mis padres cuando nosotros me refiero a mis hermanos y un servidor— pasábamos los veranos de nuestras adolescencias y primeros años de la juventud. Esa singularidad se debía a que conocían la lengua del esperanto y alguna que otra palabra al respecto debían soltar ante mi presencia pero como si hubiera oído llover… Ni caso. Parecían tipos corrientes, eso sí, que pregonaban a los cuatro vientos la importancia de aprender la que vaticinaban nos situábamos a principios de los ochenta— sería la lengua del futuro,  aquella dispuesta para tender puentes entre naciones, en aras a una confraternización del planeta tierra. Aún no soplaban los vientos de la globalización y el concepto de Internet una de las llaves para abrirse al conocimiento de realidades de países aislados de la escena internacional— se iba fermentando en centros de desarrollo tecnológico militar, a expensas de que algún día tuviera aplicación en otros ámbitos. Transcurridos unos treinta años desde aquella pujanza del esperanto que tuvo entre sus «correas de transmisión» a unos conocidos y saludados de nuestra familia, un baño de realismo ha querido que esta lengua creada por Lázaro Zamenhof en 1887 haya quedado arrinconada, y sea el inglés el que haya ganado netamente la partida en su uso a nivel planetario, extendiéndose cuál balsa de aceite, en foros aptos para las transacciones económicas, congresos de todo tipo, eventos deportivos y un largo etcétera.
Desde que tengo uso de razón la curiosidad, el interés por conocer me persigue como una sombra amenazadora. Por ello he vuelto sobre los pasos del esperanto para saldar una «promesa» contraída para con el pasado: antes de expirar, debía ver la única película profesional (con todas las comillas que se quiera) hablada… en esperanto. Internet ha hecho posible esta opción a través de su ventana al mundo llamada Youtube. De otra forma, presumo que hubiera sido misión imposible visionar Incubus (1966), dirigida por Leslie Stevens, a la sazón productor de la serie Más allá del límite (The Outer Limits), serie de culto creada a rebujo del éxito de Dimensión desconocida (The Twilight Zone). Además de la curiosidad por escuchar una película hablada íntegramente en esperanto (subtitulada en inglés, of course), se presentaba la posibilidad de recrearme en la capacidad de sugestión de las imágenes concebidas por el excepcional operador Conrad L. Hall –hijo del escritor James N. Hall, coautor de El motín de la Bounty, quien ya había colaborado en numerosos episodios de la serie de marras ideada por Stevens. De su línea argumental y de la ejecución de los intérpretes William Shatner, igualmente bregado en la televisión y con una hoja de servicios cinematográfica un tanto marciana, poco cabe destacar, si acaso la creación de una atmósfera goticista, habitada por lo maniqueo, cercana a Dementia 13 (1963), la opera prima (nuddies al margen) de Don Francis Ford Coppola. Claro que ir familiarizándose con la sonoridad del esperanto no es baladí y ese elemento de distracción salvo en escenas aisladas como las de un eclipse solar— se extiende en la mayor parte del metraje de Incubus.
Después de esta experiencia visual, sensorial y auditiva, no dudo que algún día volveré sobre esta lengua, a la manera de una introspección que tiene el aliento de la curiosidad, no por aprender los pormenores de su gramática, su ortografía, dicción y demás el capítulo de preferencias idiomáticas al respecto es amplio, sino por saber sobre aquellas destacadas personalidades del mundo del esperantismo y de su entramado organizativo que desprende fragancias de secta acrisolada en el razonamiento de su indudable por mínima que sea: la estimación de los practicantes de la misma varía en función de cuál sea el listón que quiera colocarse en torno a dominarla contribución a la cultura (idiomática y/o de comunicación). A bote pronto, la historia de las hermanas (Susan, Sofia y Judit) Polgar, consumadas ajedrecistas magiares, adoctrinadas desde la tierna infancia por su padre László Polgar en el manejo del esperanto; la del poeta escocés William Auld (1924-2006), miembro de la Academia del Esperanto durante un cuatrienio y nominado al Nobel de Literatura, y la de un puñado de hombres que pasaron por los campos de concentración nazis Maximilian Kolbe, Petr Ginz y Titus Brandsma, entre otros— estimulan a pensar que, como las cajas chinas, un misterio encierra otro misterio y así sucesivamente.


Enlace para ver íntegramente en Youtube Incubus (1966) de Leslie Stevens.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

CUANDO MUEREN LAS LEYENDAS: SÓCRATES (1954-2011), LA FILOSOFÍA DEL JOGO BONITO

Días antes de darse la noticia del fallecimiento de Sócrates (1954-2011) desvié el pensamiento hacia ese jugador de estructura filiforme, de rizaba cabellera y una barba que acentuaba sus galones de mando en la selección brasileña. No existe una razón particular del porqué esa vuelta al pasado fijando en mi subconsciente la estampa del espigado mediocampista cuando hacía años que no asomaba por los telediarios Sócrates. Pero, tratando de buscar una lógica a todo ello posiblemente se deba a que Sócrates se configura dentro de ese panteón de reliquias del pasado que han ido sedimentando en mi memoria, haciéndose visibles cuando necesitamos capturar esos espacios de felicidad, acaso idealizados, en esa etapa de la infancia camino de la adolescencia. En ese punto de mi vida supe de la existencia del doctor Sócrates. Para un servidor, la leyenda de Sócrates viajaría por primera vez, en clase preferente, a través de un librito a todo color patrocinado por Lufthansa en que se detallaban las biografías de los integrantes de la selección de Brasil, prestos a aterrizar en territorio español con el ánimo de conquistar la Copa del Mundo del Mundial ‘82. Recuerdo haber repasado una y otra vez la ficha biográfica que acompañaba a Sócrates con todo un rosario de jugosas y reveladoras anécdotas (calzaba un 37 de pie, que no le impedía lanzar penaltis con el tacón; fue médico titulado; fumador empedernido, etc.) una frase de inicio de la misma que no olvidaré jamás: el nombre más largo de la historia del fútbol brasileño. Como si se tratara de las capitales de los países del mundo o de los afluentes del Ebro me aprendí de corrillo lo de Sócrates Brasileño Sampaio de Souza Viera de Oliveira, en esencia, Sócrates. Y vaya esencia la del doctor, quien llevaba la manija del centro del campo de Brasil con Arthur Antunes Coimbra "Zico", más escorado a la izquierda, y Toninho Cerezo funcionando por el carril derecho. Si ese Brasil versión 82 hubiera tenido un portero con mayores garantías Waldir Peres dejaba bastante que desear— y un killer del área –Serginho palidecería frente a los futuros "9" de la canarinha--, muy pocos hubieran podido discutir que estaríamos ante el más majestuoso de los Onces de la historia de la actual tetracampeona del mundo.
   En el primer mundial que seguí de arriba abajo, desde la primera fase hasta esa final librada entre la selección de Italia y la de Alemania, Brasil partía con holgada diferencia como la gran favorita. Instalado en esa edad de la inocencia, la imagen de Sócrates tuvo para un servidor el reflejo de una leyenda lejana que cruzaba el Atlántico para refrendarla. Más que ningún otro jugador de Brasil, Sócrates representaba esa deidad que contribuía a llenar estadios a través de un juego que hoy en día tiene unos superlativos herederos en el equipo del FC Barcelona con el añadido de una presión sobre el balón que no deja maniobrar al rival. Zinedine Zidane hubiera podido ocupar plaza en este Barça rutilante, el jugador que muchos señalan como el más cercano a la concepción del fútbol del doctor Sócrates, aunque éste se manejara más por banda derecha e hiciera del pase con el tacón uno de sus rasgos distintivos. En cualquier caso, Sócrates, Zidane, Xavi Hernández, Andrés Iniesta… son aquellos mediocampistas que el árbitro de turno debería autorizar que jugaran con frac y con la batuta en la mano. Jugadores que saben leer los partidos y cuando toca arrebato muestran capacidad para fabricar ellos sus propios goles. Sócrates destacaría poco por su capacidad goleadora, pero no creo que ningún estadista versado en la especialidad mundialera me desmienta al dar fe que la efectividad de remate del número 18 de la canarinha fue del 100 % en el mundial 82: dos lanzamientos a puerta, dos goles. Quizás Sócrates, sabedor del poder rematador de otros centrocampistas el propio Zico y el asimismo malogrado José Dirceu Guimaraes  (estandarte del Atlético de Madrid de principios de los ochenta)— e incluso defensas los laterales Leandro y Leovigildo Lins "Junior", se replegó a su compromiso para la construcción mucho más que por la definición.
   El pasado 4 de diciembre, como él mismo había profetizado (un domingo y viendo como se alzaba campeón el equipo de su vida, amén de la selección brasileña, el Corinthians de Sao Paulo), murió una leyenda que se paseó por los campos de fútbol. Para un servidor, habrá pocas como Sócrates. Lloraremos al doctor aquellos que amamos el fútbol brasileiro. Él contribuyó a hacerlo más grande cuando el país sudamericano quedaría huérfano de su "Dios supremo", Edson Arantes dos Nascimento, "Pelé". Quiero borrar de la memoria la imagen de la figura decrépita de Sócrates sin duda, no fue su mejor doctor, víctima del alcoholismo, y quedarme con la estampa de aquel centrocampista que con solo tocar el balón el fútbol muestra su halo poético. Gracias, Sócrates, allí donde estés te seguiré recordando.    


Enlace a vídeo en Youtube tributo al equipo de Brasil del Mundial'82, con Sócrates en su once titular

sábado, 3 de diciembre de 2011

«OLIAS OF SUNHILLOW» (1976) de JON ANDERSON: DIAS DEL FUTURO PASADO

Después del paso meteórico de Yes por Barcelona hace un mes, dentro de una gira que les ha llevado por distintos puntos del continente europeo y el norteamericano, casi como un acto de tributo a su front man ausente de esta enésima alineación de la banda— adquirí Olias of Sunhillow (1976), su álbum de debut. Abordado en tiempos en que la egolatría de los miembros de Yes se corregía al alza Chris Squire, Steve Howe, Alan WhitePatrick Moraz y Rick Wakeman firmaron obras en solitario, Olias of Sunhillow debe su críptico título a la figura de Vera Stanley Adler (1898-1984), pintora, ilustradora y escritora perfilada hacia lo místico, que podría significarse hoy en día a modo de precursora, en el ámbito de la cultura anglosajona, de los denominados libros de auto-ayuda. Conocido de antemano el aprecio de seguidores de Yes por este álbum de estudio, al cabo de escucharlo con atención varias veces, no puedo dejar de suscribir esta valoración favorable, añadiendo que Olias of Sunhillow nos sitúa en la senda de lo que estaría por llegar en forma de dueto. Ciertamente, Olias of Sunhillow se configura como un álbum pre-Jon & Vangelis. No en vano, Jon Vangelis tuvo en Vangelis el sostén en forma de supervisión del sonido de las piezas que el propio cantante de Yes tocaría, mostrándose en su faceta más multiinstrumental. Digamos que para Olias of Sunhillow Anderson tuvo puesto el pie en los dos mundos con el que se le sigue identificando: el del Yesman, y el de Jon & Vangelis. El uno, territorio ya «conquistado» en la prolongación de un sonido que había obtenido su patente en Close to the Edge (1972) y, a mi juicio, la obra cumbre de la banda, Tales from Topographic Oceans (1973); el otro, aún quedaba por explorar, siendo los temas instrumentales “Ocean Song” y “Oaquaq Ën Transic” sendas fuerzas inspiradoras para Short Stories (1980), el bautizo de la dupla anglohelénica. 
   Trufada de recursos instrumentales que no conocen fronteras arpas celtas, laudes, guitarras acústicas, cajas rítmicas, etc., Olias of Sunhillow teje su entramado vocal-narrativo a partir de esos recurrentes viajes al mundo de la fantaciencia transitados por los grupos adscritos al rock progresivo un tema digno de estudio que depararía más de una sorpresa. En este sentido, Olias of Sunhillow es un corelato del Tales –cuya semilla se halla en algunos pasajes de "Autobiografía de un Yogi" Paramahansa Yoganda, sirviendo de botón de ancla no se sabe si de forma consciente o inconsciente por parte de Anderson al bautizar las ocho piezas que tratan de fundirse desde el sentido de lo conceptual— el tema de apertura “Ocean Song”. En ese océano de riqueza espiritual, instrumental y estilística se desenvuelve esta opera prima que crea, de facto, esa superposición de capas temporales de pura ambivalencia: una obra que nos conduce, parafraseando a los Moody Blues, a los días del futuro pasado. Para Vangelis, una vez dada de baja la sociedad a tres, Aphrodita's Child, este viaje hacia los dominios del planeta Sunhillow sería la primera parada y fonda por los confines de la galaxia antes de arribar a la constelación de Orión, allí donde se sumergería para componer la magistral banda sonora de Blade Runner (1982), mezcla de texturas new age y armónicos de jazz a través de un embriagador acople del saxo. En ese lustro que separa la salida al mercado de Olias of Sunhillow y la definición del estilo musical más acorde con las imágenes diseñadas por Ridley Scott, Vangelis estuvo a las puertas de integrarse en la historia de Yes. La capacidad de persuasión de Anderson no hizo sus efectos en el seno de la banda que había cimentado, junto a Chris Squire, a finales de los años sesenta. Lo especulativo se apodera cuando nos sobreviene el pensamiento de lo que hubiera sido Yes con Vangelis. De haberse dado ese escenario, siguiendo el hilo de la rocambolesca historia de Yes, no es difícil pensar que Vangelis pronto se hubiera apeado del proyecto. Chris Welch apunta en su monografía "The Story of Yes: Close to the Edge" (2003) expone como argumento de peso para que el artista griego no se integrara a la banda inglesa debido a su pánico a volar y al sentimiento por parte de algunos miembros de Yes que la contratación de un foráneo comportaría una rebaja de la esencia del grupo. De ese pulso sostenido entre Anderson con el apoyo en la sombra de Wakeman, quien ya empezaba a mostrar signos de debilidad en su maltrecho corazón y el resto de la banda, el primero saldría peor parado. Su salida voluntaria, empero, conllevaría para Anderson su reencuentro con Vangelis, dando pie a un dúo capaz de alumbrar piezas maestras de la categoría de The Friends of Mr. Cairo (1981), cuya armazón musical ya había sido concebido por ese arquitecto interespacial llamado Olias con taller propio en el planeta Sunhillow, allí donde se localiza en el horizonte la llanura de Tallowcross.   


viernes, 25 de noviembre de 2011

LA «MANTIS RELIGIOSA» DEL PSOE/PSC: CARME CHACÓN O EL «ARTE» DEL CAMUFLAJE

Dia 16 de noviembre de 2011, al filo de las cinco de la tarde. Plató principal de televisión de tv8,  brazo audiovisual del Grupo Godó (La vanguardia). Los cuatro líderes de los partidos con mayor representación parlamentaria de Catalunya se personan en los estudios televisivos… pero falta una quinta persona en representación del PSC (Partido Socialista de Catalunya). Su nombre y apellidos: Carme Chacón Piqueras. Josep Cuní, el front man de la cadena privada —recién fichado por el Grupo Godó después de su exitoso y largo paso por TV3— que debe coordinar el debate a cinco, niega la mayor cuando recibe una propuesta de la cúpula de mando de los socialistas catalanes justificándose que Chacón tiene la agenda ocupada y delega en su segundo para que la substituya. Cuní no da su brazo a torcer y suspende el debate, pactado desde hacía dos meses, por incomparecencia de Carme Chacón. El revuelo creado es notable y el debate, ya en horario de prime time, acaba desplazándose hacia la actitud adoptada por la candidata socialista. Cuatro días después se celebran las elecciones generales en el estado español y el PSC, por primera vez en la historia de la Democracia, queda desbancado del lugar más alto del podio, en este caso, por CIU (Convergencia i Unió). Esa misma noche, Carme Chacón, secundada por José Montilla —el ex President de la Generalitat de Catalunya—  y José Zaragoza —responsable de la campaña de marketing de las generales en Catalunya—, apela a los principios fundacionales del socialismo para relativizar una debacle electoral en toda regla y sentencia: «solo los cobardes no podrán superar la derrota. Nosotros sí lo haremos». Frases hechas, terminología militar que se sabe al dedillo y que utiliza de manera indistinta, ya sea ante las tropas españolas en suelo afgano o irakí, o en un mítin en alguna población del cinturón metropolitano, próxima a la ciudad —Esplugues de Llobregat— que la vio nacer un 13 de marzo de 1971.
   No puedo decir que la actitud adoptada por Carme Chacón en estos comicios electorales me haya sorprendido. Desde hace tiempo he calado a esta dama del socialismo presa de una ambición mórbida —en el peor término de la expresión—que no se detiene ante nadie ni ante nada para conseguir sus objetivos. Chacón sabía que la debacle socialista estaba a la vuelta de la esquina y evitó enfrentarse en un debate a cinco en el que podría salir escaldada. Adoptó lo que ha utilizado otras veces, siguiendo el simil militar: el camuflaje. Un camuflaje en forma de espantada que, en esta ocasión, le salió el tiro por la culata ante la postura encomiable de Josep Cuní. Nobleza periodística obliga. Lejos de ayudar a apagar ese incendio que ella misma había creado, dio la callada por respuesta toda vez que ultimaba una salida largamente gestada que, según sus cálculos, la debería situar nuevamente a las puertas de la Calle Ferraz para disputar los honores de mando del PSOE a Alfredo Pérez Rubalcaba. Este último había sido la solución, a priori, menos dañina para evitar la caída en picado del PSOE en las elecciones generales, plegándose a un ejercicio de autocrítica —dado su vínculo directo con la Administración Zapatero— que ni por asomo Carme Chacón mostraría en campaña en Catalunya, acudiendo a ese mantra en forma de crisis mundial que parece explicarlo todo. Más bien, Chacón ha salido una y otra vez en defensa de la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero apelando a la gallardía mostrada en la segunda parte de la legislatura a partir de que fuera reelegido en 2008— con la aplicación de una serie de reformas que parece ser, visto lo visto, no ha obtenido los frutos deseados. Claro que de sus palabras laudatorias para con Zapatero se desprende una gratitud al haberla colocado al frente de las carteras del Ministerio de Vivienda un paso fugaz del que más vale correr un tupido velo y del Ministerio de Defensa, en que, como razonaría un castizo, ha cumplido el expediente. Recién nombrada en este cargo, Carme Chacón dio el do de pecho de sus ansias de poder a cualquier precio al desplazarse en avión a Afganistán —nada que ver precisamente con un crucero a bordo del Mediterranée— en avanzado estado de gestación. Un riesgo más que prescindible pero no en el ánimo de esta dama que sigue sin renunciar a salirse de las casillas del poder pese al varapalo experimentado en Catalunya (la comunidad en la que ha descendido más el voto socialista; ahí es nada). Para lograrlo es capaz de borrar parte de su pasado más o menos reciente, haciendo opaco al conocimiento de la población que su principal aval a efectos de la dirección del partido—y, a la sazón, marido Miguel Barroso, nombrado Secretario de Estado por parte de Zapatero, estuvo implicado hasta el tuétano en el diseño de una política que ha resultado todo un fiasco. Visto que el panorama se tornaba cada vez más negro, Zapatero prescindiría de los servicios de Barroso mientras mantenía en el cargo del Ministerio de Defensa a Carme Chacón, entre otras cosas, porque no dejaba de ser la voz de su amo. Un amo que pronto iniciará su retiro espiritual en los aledaños de León, allí donde le construyen una fortaleza en que, a buen seguro, dará rienda suelta a su autobiografía exculpatoria, si, por ejemplo, el grupo Planeta o alguno de los satélites editoriales de PRISA, le corresponde con un (generoso) talón. Sería entonces interesante revisar los capítulos finales dedicado, en buena lid, a su substituto al frente del PSOE, el que se postule como candidato/ta a derrotar a Mariano Rajoy en 2015 ó 2016. Para muchos en las quinielas sigue estando el nombre de Carme Chacón, pero afortunadamente buena parte de los simpatizantes del PSC (entre ellos, un servidor: el blanco ha sido el color escogido para este 2011) hemos tomado nota de ese doble discurso que ella practica , y su disposición a borrar unas huellas que la situaron en la escena de la Administración Zapatero, sinónimo de fiasco absoluto. Como asevera Joaquín Leguina uno de los políticos que siguen valiendo la pena de este país— en el próximo comité ordinario (sic) del PSOE, presumiblemente a celebrar la primera semana de febrero, «hasta los mudos hablarán». Será tiempo, pues, para desenmascarar a esta mantis religiosa, esta spider woman dispuesta a quemar todas las naves posibles para alcanzar su fin, cueste lo que cueste. Henry Kissinger tiene rostro de mujer en este bendito país. A ambos el traje de camuflaje les sienta tan bien…

miércoles, 16 de noviembre de 2011

«MIENTRAS LOS MORTALES DUERMEN» (2011) de Kurt Vonnegut


«Porque Cristo ha nacido de María
Y reunidos arriba, mientras los mortales duermen
los ángeles mantienen
su guardia de amor»


Mi filiación por la literatura de Kurt Vonnegut (1922-2007) se remonta a mediados de la década de los ochenta cuando descubrí Matadero Cinco (1969), cuyo subtítulo La cruzada de los inocentes, trata de «emanciparse» del concepto gore que pudiera sugerir su título principal para aquellos escasa o nulamente familiarizados con la obra del escritor natural de Indianapolis. A partir de entonces, he tratado de conformar una particular «biblioteca Kurt Vonnegut» dado que su obra traducida al castellano anda un tanto desperdigada por distintas editoriales. Tras su desaparición, algunos sellos han tratado de ir al rescate de aquellas piezas inéditas en su traducción a la lengua de Antonio Machado, sobre todo por lo que atañe a su cuerpo de relatos cortos, una faceta más bien agazapada que prologa ese estilo de caligrafía sencilla, arropada por un humor más irónico que sarcástico, dispuesto a tomar distancia en relación a la solemnidad y trascendencia que redundan en algunos de los textos de colegas suyos al tratar temas de calado social de inapelable dureza.
   Mire al pajarito (2010) y Mientras los mortales duermen (2011), ambos editados por El sexto piso, se encuentran conformados por relatos breves escritos por Vonnegut en distintas etapas de su vida, y con el punto de mira fijado en aquellos años de formación antes de «dar a luz» al atribulado escritor con maneras propias de un beatnik pero sin pertenencia a la cuerda de los Allen Ginsberg, Jack Kerouac y compañía. A falta de conocer el contenido de Mire al pajarito, Mientras los mortales duermen, a través de sus diecisiete relatos cortos, deviene una evaluación, una toma de temperatura sobre personajes oc(d)iosos y situaciones que discurren en un pasado lejano. Éste se transforma en cercano cuando el ciclo vital se va cerrando y se tienden puentes con esos estadíos de la infancia, la adolescencia y la juventud. Un «trípode» sobre el que Vonnegut coloca su particular «objetivo» para captar el movimiento de esos personajes que desfilaron ante sus ojos y que contribuirían, a través de experiencias compartidas, a ir dando forma un carácter desplazado hacia lo heterodoxo, en que lo extraño podría resultar natural, y lo natural evaluarse como extraño. Más que la búsqueda de un refinamiento estilístico (siempre he considerado, al respecto, que conviven «dos» Vonnegut; uno capacitado para un tipo de narrativa reglada hacia líneas de trazo sencillo, puramente descriptivo, y el otro arbolado de dobles sentidos, de alegorías, simbolismos…), con la lectura de Mientras los mortales duermen trasciende la idea de que asistimos a la «Cátedra» de un librepensador, un auténtico púgil-notario de una realidad social imbricada con la querencia suprema del dinero y la necesidad de amar como motores de la misma. Estas dos fuentes irrigan esas parcelas literarias cuyas compuertas se abren con “Jenny”, en que todo un genio en caída libre pasa a tener como «inmueble» una furgoneta y como compañera sentimental… una nevera. Asimismo, particularmente llamativo es el relato que da nombre al libro compilatorio, en que Fred Hackleman, el redactor de un periódico, parece solaparse con la personalidad en sus modos y costumbres del propio Vonnegut. Otro pasaje autobiográfico se desliza en “Tango”, tomando el nombre del baile de raíces argentinas cuyos compases causan estragos en un pareja de jóvenes de pedigrí, habitantes de Pisquontruit (término indio que significa «aguas brillantes»), el enclave, según palabras del propio Vonnegut, más elitista de los Estados Unidos donde fue a parar con el propósito de impartir clases a Robert Brewer, hijo de un potentado llamado Herbert Clewes Weber. Personajes y espacios que parecen sacados de los textos de F. Scott Fitzgerald, son torneados en “Tango” por esa prosa cautiva de Vonnegut, al que el traductor de turno Jesús Gómez Gutiérrez— trabaja el andamiaje menos elevado del lenguaje con expresiones tales como «se hacía el longui» (para los no puestos en la jerga patria, similar a decir: «se hacía el despistado»). Otra de las gemas que contiene Mientras los mortales duermen se localiza en la parte final del volumen, esto es, “Los farsantes”, una sátira sobre la «alta cultura» que nació al calor de los movimientos vanguardistas a mediados del siglo pasado. En este relato Vonnegut se nos descubre en estado puro cuando, a propósito de trazar la evolución artística de John Lazarro relata que «su primera obra de importancia la había pintado en una acera, con una tiza robada, a la sombra del metro elevado de Chicago. Entonces tenía doce años». El componente esnobista que reposa sobre esa sociedad de clase alta que vive a salto de mata de exposiciones y otros eventos culturales, se cuela por las rendijas de la prosa de Vonnegut arbitrada en “Los farsantes”, uno de los relatos que mejor definen el carácter crítico, mordaz de un escritor al que en tiempos de agitación social se hace especialmente indicado (re)leer. Un Kurt Vonnegut que a punto estuvo de perecer a principios de los ochenta, contagiado por la enmienda al suicidio que había llevado antes de tiempo a la tumba a su madre Edith Lieber Vonnegut— y aún sin poder quitarse de la cabeza las fantasmas de sus experiencias del bombardeo de Dresden durante la Segunda Guerra Mundial, convenientemente exorcizadas en Matadero Cinco. La divina proveniencia hizo posible que Vonnegut, para asegurarse el tiro, no se acabara lanzando desde un sexto piso. Ha sido, no obstante, una editorial de idéntico título la que ha rescatado del maosoleo de los grandes escritores en lengua inglesa de la segunda parte del siglo XX esas piezas que sirven para apuntalar un legado en prosa sublimado por ese «factor corrector» llamado humor. Dios te bendiga, Mr. Vonnegut.

martes, 8 de noviembre de 2011

ADRIÁN SÁNCHEZ, EL «PADRE» DE ESBILLA CINEMATOGRÁFICA, «COTO PRIVADO» PARA CINÉFILOS INSACIABLES

Adrián Sánchez (Foto copyright: Rubén Cienfuegos)

Con el paso de los años la capacidad de asombro de un servidor, para bien o para mal, va menguando paulatianamente. Internet no es más que un fiel reflejo de esa impresión que adquiere categoría de certeza. Un territorio abonado a la sobreabundancia de información, que precisa de poner en práctica el noble arte de saber separar el grano de la paja, en la querencia de que cada uno de nosotros pasamos a ser espigadores de esas grandes extensiones sembradas depositarias de parcelas yermas donde apenas se muestran brotes de inteligencia pero que tratan de llenar los niveles de egocentrismo en aras a enmascarar una realidad nada favorable en lo tocante a lo que se sitúa por encima de los hombros y no está sometido a los efectos de las radiaciones solares.
Confieso que en lo tocante a los blogs no he obtenido la «diplomatura» por falta de horas de navegación para descubrir auténticas perlas, que estoy convencido de su existencia. Pero de los que he podido seguir con cierta regularidad aún no salgo de mi asombro sobre esbilla cinematográfica (http://esbilla.wordpress.com/), cuyo centro de gestión se localiza en Gijón, una ciudad de la que me resulta tan cercana por mis vínculos sportinguistas —esas filiaciones insondables que esconde el alma humana, vestida para la ocasión de rojiblanco—, y por la buena gente que he llegado a conocer, algunas de las cuales visité en mis sueños de adolescente —los hermanos Jesús y Enrique Castro Quini on my mind; Enzo Ferrero, Joaquín Alonso,…—. En esta tierra sin conquistar quizás se concentren el mayor número de jóvenes de nuestro bendito país cautivos de una cultura (musical, cinematográfica, escénica…) que nada contracorriente, refractarias al valor de lo impositivo por parte de los grandes trusts de la mercadotecnia. Y entre esta cultura efervescente de sabor astur, Adrián Sánchez (Gijón, 1979) se amarra al timón de un blog al que deberíamos rendir tributo todos aquellos dispuestos a encontrar tesoros perdidos en el fondo de un océano cinematográfico que parece no tener fin. Adrián tiende sus redes sobre todo aquello que reluzca sobre el fondo marino aunque luego, al pasar la lupa, la cosa se quede en una pieza de pura bisutería. Pero raro es el día del año que Adrián no salga a faenar, al rescate de aquella pieza codiciada por la cinefilia o la cinefagia. Al dorso de los objetos que encuentra en ese fondo marino figura su fecha de fabricación; al leer 1973, 1974, 1975, 1976 ó 1979 como fecha en que fueron manufacturadas el vuelco al corazón para Adrián está garantizado. A él le hubiera gustado nacer cuando lo hicieron sus progenitores. Además de haber podido visitar de yogurín los cines en que se proyectaban los films de Don Siegel, Clint Eastwood, Peter Yates, Robert Aldrich, John Frankenheimer, Francis Coppola... y haber asistido a programas dobles orlados por figuras del giallo, del polizesco o del eurowesterncada dos domingos hubiera reservado plaza en El Molinón para ver a su nuestro Sporting desarbolando al rival en plan naranja mecánica de aires cántabros. Cinéfago empedernido, atacado por ese mal en su variante más benigna de la hipergrafía que tiene en Arthur Crew Inman uno de sus apóstoles y que permite su don de ubicuidad en distintas webs especializadas (www.cinearchivo.com, www.pasadizo.com, etc); melómano formado en los arrabales del mainstream (orígenes obligan); devoto de San Manuel Preciado y mostrándose, por encima de todo, un excelente divulgador de ese Séptimo Arte que pasa a ser Primero cuando lo moldean cineastas de las hechuras de Coppola o Marty Scorsese, a Adrián Sánchez no nos queda otra que desearle larga vida a ese blog racimado de críticas de cine, de libros de cine y de entrevistas un género en si mismo que practica con una habilidad tan sólo equiparable, según mi estimación, a la de Antonio Castro en Dirigido por…— a compañeros de oficio y/o de afición. Basta acercarse a su tanda de entrevistas con Carlos Aguilar la contribución de éste a la  crítica cinematográfica, en sus múltiples derivaciones, escapa a la comprensión del común de los mortales— para apercibirse del buen tino a la hora de formular sus preguntas mientras alienta un debate vivo, sin necesidad de precipitarse en los caladeros de la pedantería. Gracias, Adrián, por regalarnos tu sapiencia y dedicación en la elaboración (casi) diaria de un blog que no tan sólo representa un faro para la cinefilia astur sino para el resto de esa tierra conquistada que evita perderse en naderías en ese cosmos virtual con un domicilio fiscal que empieza con una triple w.             

martes, 1 de noviembre de 2011

EN LA SENDA DE JANE GOODALL

«Sra. Fossey, me gustó mucho la película sobre su vida». La supuesta Sra. Fossey responde «¿Has visto el final de la película?: ella muere… y yo estoy aquí». Así se abre el documental El viaje de Jane (2009) que he podido recuperar estos días en una edición en DVD a cargo de Cameo. La Jane a la que alude el título no es otra de Goodall, quien relata a cámara una anécdota que al repetirse seguramente decenas o centenares de veces se la lleva a su molino, aquel capaz de reciclar un enfado en ironía, muestra de un temperamento tranquilo, afable, rayano en lo espiritual. No hay fundas ni cortinas ni maquillaje que valga en este viaje de Jane Goodall (Londres, 1934) por los confines del Planeta Tierra; ella es la vívida expresión de la mujer del siglo XX avanzada a su tiempo, cautiva de sus propias decisiones que abriría nuevos caminos en el conocimiento del comportamiento de los primates en sus hábitats naturales ubicados en el corazón del continente africano. Conservo como oro en paño la edición en castellano de Salvat de su clásico en el campo de la etología, En la senda del hombre (1972) desde mis tiempos de estudiante de biología. Una obra a la que Goodall se refiere al pasar revista a sus logros cosechados in situ, para posteriormente definirse en un espacio mucho más amplio que Gombe, el que la llevaría a volcarse en la construcción de una Fundación llamada Roots & Shoots («Raíces y brotes»), cuya razón social se fundamenta en hacer de este un mundo más sostenible, implicando en el proyecto a comunidades abandonadas a su suerte, sin muchos más recursos que saber autogestionarse y pensar que algún ángel se sobrevolará sobre sus maltrechas vidas. Para tal menester, Goodall no frunce el ceño al manifestar que pasa trescientos de los trescientos sesenta y cinco días (más-menos) del año viajando con destino a numerosos puntos del planeta. Su labor es de aquellas dispuestas para ahogar egos subidos de tono, y que desmontan la idea de que cada uno de nosotros tenemos una fecha de caducidad, a efectos de tributar a la sociedad, superada una determinada edad.
   La primatóloga razona que la llave para el futuro del planeta se encuentra en la concienciación de las capas más jóvenes. La labor pedagógica forma parte de su gimnasia diaria, accediendo a dar infinidad de conferencias allá donde se la solicite. Según Pierce Brosnan, Goodall tiene dotes de intérprete; sabe mostrarse serena ante un público que suele contabilizarse por centenares, acudiendo a esa ironía que resta solemnidad a sus esperadas intervenciones, acompañada en los últimos años por un peluche regalo de un mago... invidente. Una vida, la suya, de película pero que, a diferencia de la estadounidense Dian Fossey con Gorilas en la niebla (1988) —rodada un par de años después de su fallecimiento en extrañas (y macabras) circunstancias, aún no ha tenido traducción en una obra convenientemente ficcionada. De momento, cabe conformarnos con este maravilloso documental que vuelve sobre la idea de que una persona brindada en cuerpo y alma a los demás muy extensible, en su caso, a su amor por los chimpancés, un ángel que se posa sobre la faz de la tierra encuentra en su entorno familiar un motivo para sentirse culpable. En el viaje de Jane se cruza el recuerdo de Hugo Erik «Grub» en distintas fases de su vida ese enfant sauvage que vivió la infancia soñada por la propia etóloga. Pero el dinero llamó a su puerta y las existencias de madre e hijo tomaron distancia. La reconciliación vino más tarde, pero el documental evita esos recursos propios de los programas de sobremesa de las cadenas privadas de nuestro país y de otras latitudes, dejando que sendas reflexiones a cámara por separado hablen por sí solas. Un buen termómetro para medir la capacidad de adentrarnos en el interior de una personalidad a través de un documental que se cierra con una respuesta de Goodall franca a la esperanza a requerimiento de un adolescente que graba una entrevista desde la parte trasera de un automóvil mientras la primatóloga emprende su enésimo viaje. Demasiadas dosis de esperanza caben, pues, para que el mundo siga siendo sostenible una vez franqueada la barrera de siete mil millones de habitantes, la mitad de la cual será la cifra de la población en África prevista para finales de la presente centuria. Las predicciones más alarmistas, pues, del escritor Harry Harrison llevan trazas de saltar por los aires, al grito de «¡Hagan sitio, hagan sitio!».             

sábado, 22 de octubre de 2011

NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS: ETA, PUNTO FINAL

No soy ningún estudioso de las estrategias bélicas pero he oído y/o leído en infinidad de ocasiones a los puestos sobre el tema que una guerra o un conflicto armado se gana merced a una acción terrestre y aérea bien coordinada. Para muestra, la caída del régimen libio de Muamar El Gadafi, quien hasta la entrada de las fuerzas aéreas de la OTAN parecía prometérselas felices, con su fiel (poderoso don dinero) ejército, abastecido de «soldados de fortuna» de raza negra, creando un anillo de fuego para protegerlo en su fortaleza. Una avioneta no tripulada de la OTAN acabaría por dar el toque de gracia a Gadafi en los dominios de su ciudad natal, Sirte, cuando un proyectil impactó en el corazón del convoy que debía conducirlo a una nueva «madriguera». A partir de ahí, la historia se cuenta como la enésima muestra de que el mundo de los humanos se asemeja al de los animales… depredadores que se ufanan exhibiéndose al lado de una presa moribunda ya dispuesta a enfilar el camino de la morgue. El peor de los villanos (y éste ha hecho méritos para figurar en la lista de los más indeseables) merece, al menos, un juicio con todas las de la ley.
Ese mismo 20 de octubre que Al Gadafi era «despellejado» para algarabía del ejército de «Pancho Villa» que combatía contra su régimen instaurado durante cuarenta y dos años, otra noticia saltaba a los teletipos de las agencias de prensa con origen en algún lugar indeterminado, se presume, del sur de Francia. Tres tipos encapuchados con la escenografía espartana a la que nos ha tenido acostumbrados ETA en sus comunicados de vídeo, mandaban un mensaje al mundo que la organización terrorista de la que forman parte cesaba su actividad armada para siempre. Por lo general, nunca presto atención a las palabras de esos desalmados que cubren sus vergüenzas con las capuchas, pero en esta ocasión reparé en cada gesto, detalle, frase por dos veces. Alivio. Alegría. Esperanza. Ilusión… y de soslayo rabia porque esta pesadilla etarra haya durado una eternidad…Siempre lo he dicho: odio a ETA y todo lo que significa. Crecí con ese sentimiento de bien pequeño en esos denominados «años de plomo» —del 78 al 80 (el dato es aterrador: en el año que se votó la Constitución Española se registraron ochenta y cinco muertos)—, vi el horror dibujado en los rostros de aquellos mutilados y malheridos saliendo de la nada de un manto de humo que todo lo cubría en el atentado de Hipercor de Barcelona —un fatídico 19 de junio de 1987—, y sintiéndome consternado por la ejecución de Miguel Ángel Blanco —en 1997— y el vil asesinato —en 2001— a Ernest Lluch, un hombre bueno, sabio y que amaba como pocos a los vascos, residiendo en Donosti desde hacía muchos años.
   A partir de ahora en las grandes o medianas editoriales de nuestro país, intuyo que estarán recibiendo montones de monografías que glosen la historia (negra) de ETA toda vez que se ha cerrado el último capítulo de su macabra vida y tan sólo quedaría un epílogo (el de una supuesta reconciliación) que aún le queda recorrido para colocar el punto final definitivo después de varios puntos seguidos y puntos aparte. No cabe duda que la suma de diversos factores ha acabado por las expectativas criminales de los etarras pero, a mi juicio, el principio del fin de ETA se fraguó a la mañana siguiente del 11 de septiembre de 2001. Recuerdo con claridad una charla con un grupo de personas, aún anonadados por lo ocurrido en Nueva York y Washington unos días antes, interrogándonos: «¿Y ahora ETA, qué?». Los terroristas vascos con sus acciones criminales querían llamar la atención no tan sólo en clave local sino también a escala internacional. Algunos países como los Estados Unidos, por ignorancia y desdén, los habían tachado de grupo revolucionario o separatista. La historia empezaría a cambiar porque Estados Unidos sufrió un atentado terrorista sin precedentes y en su anhelo de venganza con la administración George Bush Jr. al frente— debía buscar alianzas en el sur de Europa los «cuarteles de invierno» de un hormiguero de yihadistas prestos a autoinmolarse por Alá— para derrotar a Al Queda. En algunas de esas reuniones silenciosas que comprometían a los gobiernos de los USA y de los países de España y Francia, se llegaría a un pacto de caballeros. Quid pro quo. Mientras los aliados europeos impedían que el sur de Europa se convirtiera en un «santuario» para las células durmientes de Al Queda, Estados Unidos colocaría a disposición de los servicios de inteligencia español y francés sus nuevos «juegos de la guerra» en forma de satélites que todo-lo-ven. Uno de ellos apuntaría las veinticuatro horas del día a las «madrigueras» de ETA. Mes tras mes, semana tras semana, caían como conejos los etarras y la «legendaria» capacidad de regeneración de ETA se intuía que tenía un tope. Los dirigentes de ETA  y sus taldes («correos» que ayudaban a pasar la frontera a savia nueva como relevo o apoyo para los que operaban en el país vecino) eran sometidos a un control por tierra y por aire. Una vez más, se cumplía esa máxima militar aplicada a un conflicto armado, en este caso, muy desigual: los unos combatían con las armas y los otros con la defensa de unas ideas. Las ideas han vencido a las armas y de ello nos debemos de congratular todos aquellos que hemos confiado en el estado de derecho que ha sabido jugar con maestría sus bazas en estos últimos diez años… En sus respectivos discursos del pasado jueves día 20 ni José Luiz Rodíguez Zapatero ni Mariano Rajoy hicieron mención a los Estados Unidos en el capítulo de agradecimientos. Sabían que era materia reservada y de haber mencionado al «tío Sam» sabían que las suspicacias lloverían por sí solas entre los habitantes del país. Cobardes de raza, que disparaban por la espalda o accionaban a distancia un dispositivo para luego emprender la huída, los etarras eran conscientes que con esa sangría constante de bajas con pasaporte directo para ingresar en la cárcel, sus meses o semanas estaban contados. Ya no se fiaban de nada ni de nadie. Algún «Objeto No Identificado» les estaba haciendo la Pascua desde el cielo. El resto, cae por su propio peso: cada vez más los de la izquierda abertzale tenían más familiares y amigos en las cárceles españolas y no es plato de buen gusto pasarse los restos con ese «plan de vida», pisando territorio, para ellos, enemigo no precisamente para tostarse al sol. Y al final se acabaron quemando y pensaron que quizás les iría mejor defender las ideas en lugar de las pistolas a través de un partido democrático «no contaminado» por personas con las manos manchadas. Allí los jueces debieron hilar fino y el resultado, después de varias tentativas abortadas, fue Bildu.
Desde ahora, poco o nada me importa lo que puedan decir los etarras. Seguramente, por parte de algunos de ellos llegue un arrepentimiento… matizado. Pero lo que estoy convencido es que no habrá paz para los malvados que atentaron o colaboraron al atentar contra personas cuyo delito fue pensar, a nivel ideológico, distinto que ellos, o simplemente por la desgracia divina de encontrarse en el lugar «inadecuado» en un día cualquiera. La pesadilla ha terminado y doy gracias al comportamiento de las víctimas del terrorismo etarra durante todo este tiempo porque han elevado a la enésima potencia la categoría humana de los habitantes de este bendito país con la excepción que confirma la regla en forma de esa serpiente enroscada en un palo que ya no morderá ni escupirá más veneno

domingo, 16 de octubre de 2011

«THE TWILIGHT ZONE», EDICIÓN EN PAPEL: UNA OBRA MEMORABLE

 Libro Twilight Zone (2011)

Asistimos año tras año a infinidad de producciones del fantástico en que el apartado Based Upon… queda en blanco porque el género tiene como principal vía de suministro remakes, precuelas, secuelas de películas exitosas al margen  ideas, conceptos más o menos sencillos que van creciendo a medida que van madurando hasta encontrar acomodo en forma de guión. Sigo razonando en que la idea no es el camino más directo para llegar a convertirse en un largometraje de duración estandart de temática fantástica, quedando por lo general un sentimiento de insatisfacción, de pobreza argumental o de personajes poseedores de una raquítica consistencia dramática. En esas distancias cortas, el breve relato o una simple idea tienen mayor ajuste para su trascripción en imágenes, por ejemplo, en la serie Dimensión desconocida, cuyos capítulos se contabilizaban en unos veinte minutos, duración que iría incrementándose con el paso de las temporadas. Hasta la fecha, para aquellos entusiastas de la serie como un servidor, desde hace tiempo nos encontrábamos «huérfanos» de una edición en castellano que, a la par que aglutinara documentación sobre la misma —con el principal epicentro de interés situado en las cinco primeras temporadas (1959-1964)— moviera a la inquietud por ilustrarnos sobre el manto de influencia de sus relatos incluso a día de hoy, erigiéndose en un pozo de «inspiración» para multitud de cineastas.
   Hace un par de años conocí del interés de Lluís Vilanova por reparar en este déficit editorial en lengua castellana sobre The Twilight Zone, y por ventura, aquella ilusión, anhelo primerizo ha tenido su recompensa en forma de una maravillosa publicación que apuntar a Scifiworld, en coalición con el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, que prestaría una de sus emblemáticas instalaciones para la presentación en sociedad del libro en cuestión. En cualquier país normal del mal denominado Primer Mundo, una obra de estas características al menos tendría un rincón asegurado para su difusión en canales televisivos o emisoras de radios destinados a la Cultura con mayúsculas, pero apenas he percibido información en determinados medios de lo que considero un acontecimiento editorial referido al fantástico de primera magnitud. De las televisiones autonómicas, privadas, públicas o concertadas (por el gobierno de turno) ya no me esperaba nada porque lo suyo es dar cancha a «acontecimientos» del estilo de un clip de zombie walk, será por aquello de lanzar un mensaje subliminal a las audiencias de que nuestra sociedad está... enferma. Maybe. Nada, a seguir alimentando el culto zombie, una (sub)temática cuya onda expansiva afortunadamente no alcanzaría (con efectos retroactivos) al contenido de las historias que se libraron para la confección de The Twilight Zone.
   En The Twilight Zone se nota que ha habido una implicación no tan sólo intelectual sino emocional. Seis autores en pos de elaborar una obra de referencia, con un sentido de favorecer al grupo más que aplicarse al vedetismo, al lucimiento personal. Lluís Vilanova —el alma matter del proyecto—, Tomás Fernández Valentí, Sergi Grau, Àlex Barba, Joan Renter y Jordi Ardid son los autores de este ímprobo trabajo que renueva de la «A» a la «Z» el diccionario de esa dimensión desconocida perpetrada por una de las grandes luminarias de la industria audiovisual norteamericana del siglo pasado. Rod Serling —a quien se dedica un extenso capítulo biográfico antes de entrar en harina en forma de gestación de la primera temporada de la serie— se hubiera sentido orgulloso de esta monografía que explora los confines del universo «Twilight Zone», repara en el conocimiento de esos espacios que habían quedado fuera de órbita en anteriores obras —de procedencia anglosajona, of course— como la música —por ejemplo, Bernard Herrmann, Jerry Goldsmith o Leonard Rosenmann desfilarían por los créditos de algunos de sus capítulos— o el atender a la capacidad de «penetración» de la serie indistintamente en la pequeña y en la gran pantalla, en tiempos en que las ideas brillantes se cotizan más que el cobre. Y en esta voluntad por sacar los autores lo mejor de cada uno de ellos se han batido el cobre, ofreciendo una obra completa y rigurosa, de incalculable valor para los seguidores de La dimensión desconocida, y sin duda, de adquisición y consulta obligada. La traducción a otros idiomas sería el paso siguiente, pero no sin antes consolidar la apuesta editorial esperemos, apoyado por una edición en DVD de la serie seminal en zona 2 en un futuro próximo, quizás al doblar la esquina y adentrarnos en ese 2012, el año en que se habilitará la (pre)producción cinematográfica conformada por tres o cuatro episodios bajo el control de Matt Reeves (Déjame entrar). A eso le llamaría uno cubrir una doble laguna. Por tanto, me saco el sombrero frente a esta gran obra elaborada a seis manos y con las mentes afinando en una misma dirección.

Para todos los interesados en el libro podéis ir al siguiente enlace de Scifiworld: