sábado, 26 de marzo de 2011

LAS RAZONES DEL INDEPENDIENTE: ENTREVISTA A CHRISTIAN AGUILERA (PARTE I)

Soy poco amigo de las entrevista que traten de hablar sobre uno mismo. Entiendo que para algunos hablar de uno mismo sea uno de sus temas favoritos, pero no es mi caso. Pero en esta ocasión la forma cómo planteaba el tema Adrián Sánchez me hizo pensar que podría reflexionar o simplemente rememorar sobre algunos aspectos que me impelieron a tomar determinadas decisiones, a hacer un balance de situación con la presunción que tan sólo estoy al principio del camino de un viaje que espero depare en el futuro agradables y nutritivas sorpresas. Aprovecho desde aquí mi agradecimiento a Adrián Sánchez por la labor que desempeña a través de su blog, http://esbilla.wordpress.com/, punto de referencia del ciberespacio en materia cinematográfica. Reproduzco un extracto de la primera parte de la entrevista, que al final del texto tiene un enlace con el blog de Adrián para, aquellos que lo consideren menester, leerla entera. Para la segunda parte daré cabida, entre otras cosas, a hablar de la génesis de El enigma Haldane (2011), ya con el libro a las puertas de visitar las librerías del estado español. 

Como el propio Christian Aguilera me dijo al comienzo de este viaje, “diez años dan para mucho” y si nos remontamos para más todavía. Dividida en dos partes esta charla recorrerá, de paseo, sin correr, desde mediados de los 90 hasta hoy mismo, desde los inicios catalanes en proyectos tan suicidas como la edición profesional de una revista propia, Sequencies de Cinema, hasta el establecimiento como autor constante y prolífico de estudios y monografías, de Kubrick a Mankiewicz, de la Generación de la Televisión a Milos Forman con incursión rockista en la vida y obra del gran Neil Young, de alguna manera todos ellos unidos por un hilo invisible que, a su vez, los ata a su autor: son clásicos contra el clasicismo, independientes en el ojo de la industria, son los que está a la vez dentro y fuera. Quizás Christian Aguilera no sea una figurón de la crítica nacional y muchos hasta le desconozcáis, aunque probablemente hayáis visto más de un libro suyo en librerías y bibliotecas, quizás. Será entonces un autor a leer, por constancia, por esfuerzo y por algo que aprecio personalmente como es la honestidad. Escritor sin alardes, analista concienzudo, estudioso al por menor, sus libros son consistentes y sobrios, amenos y nutritivos. No se desvía en lo anecdótico e intenta agarrar lo sustantivo, ni desprecia lo biográfico, ni adora lo interpretativo sobre todas las cosas. Le gusta ver y le gusta contar.
También, pesa, claro, su labor como mente pensante (y trabajante) tras el portal cinearchivo (donde un buen día tuvo a bien invitarme a colaborar), un proyecto en perpetua expansión que ha superado su naturaleza fría de base de datos para convertirse en una cálida revista mensual con memoria incorporada. Y si este es un empeño personal convertido en esfuerzo colectivo, más allá de lo personal está su (pen)último empeño, nada menos que una nueva vida como novelista alumbrada con la inminente publicación de una novela de anticipación, de ficción-científica (¿he olvidado decir que es además biólogo?) y alma de entretenimiento inteligente titulada El enigma Haldane. Pero de ese libro, y de otras cuestiones tan íntimas como su propio blog, El mundo de Haldane, se hablará en la segunda parte, al igual que de los guitarrazos de Neil Young, las batallas contra Hollywood de Joseph Leo Mankiewicz o la vida herrante de Milos Forman. En esta primera nos centraremos en los inicios sentimentales y laborales, en proyectos editoriales propios, en cinearchivo, la crítica y su ejercicio (en Internet y en papel), su pasión por la música de cine y, por supuesto, sus dos primeros libros, La generació de la televisió: la consciència liberal del cinema americà y la monografía sobre Stanley Kubrick que publicó para Dirigido por… ¿Y qué quedará al final? Pues la idea de la independencia, la carrera del independiente.
Por lo demás aquí empieza para el que quiera entrar, a los escritores, como a los cineastas, se les conoce leyéndolos o viéndolos:

Lo primero, bienvenido y gracias por prestarte a lo que venga

Gracias a ti.

Las cosas hay que empezarlas por el principio, así que vamos a ello. ¿Cómo y cuándo comienza esta fiebre por el cine? ¿Cuáles son esos primeros recuerdos, esas marcas indelebles?

Mi padre Josep siempre ha sido un buen aficionado al cine. Él participaba de la organización de un cine-club en L’Hospitalet de Llobregat, una ciudad muy densamente poblada limítrofe con Barcelona. Los viernes por la noche asistía con mis hermanos a los pases de películas en 16 m/m donde, por lo general, se cortaban a mitad de proyección. Allí vi películas en blanco y negro como El jovencito Frankenstein (1974) o Luna de papel (1973), que después de sus estrenos comerciales tenían una «segunda vida» en los cine-clubs. Digamos que esa fue la semilla, sobre todo por el hecho de contemplar el cine en toda su extensión, sin repudiar las películas en blanco y negro, por ejemplo.

Estudias y te licencias nada menos que en biología. Muy alejado, al menos en principio, del cine y las letras, que son tus ocupaciones.

Cuando acabé el bachillerato, pensé que estudiaría una carrera que me gustara. Nunca he pensado demasiado en términos de practicidad y, por tanto, me dije que si me pasaba un lustro estudiando al menos que disfrutara. Fue un periodo del que guardo sentimientos encontrados, pero pienso que, en cierta manera, todo lo que hice después, lo de ir creando una base de datos de cine guarda relación directa con el estudio de una carrera tan “taxonómica”, es decir, que vas moldeando una mente muy estructurada, compartimentada a nivel de información y documentación. Muchos conceptos aprendidos o asimilados en relativamente poco tiempo precisan de un cierto ordenamiento mental.

Ya en el año 1995, hace la friolera de 16 años, fundas en compañía de tu hermano Alex -autor d el libro Directores Del Género Fantástico 1904-2004 (2004)- la revista Seqüències de Cinema. La cual es además la primera estrictamente en catalán del mercado. ¿Cómo fue el parto y qué te impulsó a lanzarte?

La inconsciencia me debió llevar a ello. Por aquel entonces debía tener unos veintisiete años. Un año antes había publicado La generació de la televisió: la consciencia liberal del cinema americà (1994), mi primer libro, y nos aventuramos con Àlex a editar una revista de cine en catalán. Pensábamos, hablo un poco de memoria, que la coincidencia de la celebración del centenario de cine contribuiría a respaldar una propuesta de este tipo. Era la época del boom de las revista de cine (habían ocho o nueve en castellano) y la nuestra la única editada en catalán. Un elemento diferencial, pero no el único, según mi parecer. Dábamos un enfoque global del cine, por ejemplo, diferente a Dirigido por…en que se centraba y se sigue centrando casi en exclusiva en la figura del director.

¿Existía entonces en Cataluña una coyuntura favorable a proyectos de este tipo? ¿Sería posible algo similar en el estado actual de las cosas?

Existía y sigue existiendo una asociación de revistas en catalán que tiene un fuerte respaldo institucional. En calidad de director de Seqüències de cinema asistí a diversas reuniones de la asociación y posiblemente hubiéramos durado mucho más tiempo (al final la cosa quedó en dos años) de haber trabajado más los aspectos institucionales, ya sabes, contactar con determinado lobby político-financiero o representantes de Política Lingüística, pero nunca me he movido bien en estos ambientes. Hubo una tentativa de comprar la cabecera de la revista, pero cuando intuí que Seqüències de cinema quedaría desnaturalizada, plegándose a algo tan absurdo e inexistente como el «star system catalán», dije que ahí acababa el tema. Se puede decir que ha quedado como una revista de culto porque tenía contenidos muy diversos e interesantes, como te decía, con una visión muy amplia sobre cine. Podías encontrar un perfil de un actor secundario, un estudio sobre los guionistas, una entrevista con el compositor George Fenton, una entrevista con el director Jean-Jacques Annaud… Aprendí muchas cosas en ella etapa de mi vida y lamento el no haber dedicado a posteriori más espacio para hacer entrevistas, un género que no me disgusta en absoluto si tienes delante personas como John Schlesinger o el propio Annaud.

A Schlesinger no le tengo demasiado aprecio como director, la verdad. En cambio Annaud casi siempre me parece interesante y desde luego arriesgado. Parece, además, un personaje de los más entusiasta.

Si, es uno de los directores que he entrevistado que sentí transmitían una gran energía. Lo que me maravilla de Annaud es que tiene entre ceja y ceja un proyecto y que, por muy difícil que resulte llevarlo a cabo se empeña hasta el final. No exagero si te digo que El oso debió ser uno de los rodajes más complicados que se hayan filmado en los últimos tiempos. El resultado habla por sí solo, todo parece transcurrir en progresión, de una manera natural cuando no fue así ni mucho menos. Annaud es fundamentalmente un humanista.

Esta revista además la lanzáis desde vuestra propia editorial, Editorial 2001, la cual no solo recoge el libro ya mencionado de tú hermano sino también dos volúmenes tuyos de similares características, Los actores de los oscar del siglo XX (reeditado en 2003) y Los directores de cine del siglo XX, ambos firmados en compañía de Nuria Días. Son libros muy laboriosos, compilaciones biofilmográficas en primer lugar, es decir obras de consulta, pero que no están exentas del gusto personal.

La verdad es que estos dos libros que citas tuvieron un episodio previo en la confección de un CD-Rom sobre los Oscar. Aquello no tuvo un final feliz por un tema de derechos en la reproducción del material fotográfico, pero con Núria aprovechamos ese material para luego publicar Los actores de los Oscar del siglo XX y posteriormente Los directores de cine del siglo XX. Ese último en La Vanguardia fue seleccionado como uno de los mejores libros de temática cinematográfica de 1999. Quizás no signifique mucho, pero siendo una editorial pequeña y sin ser conocidos sus autores, la verdad que me reconfortó. Algunos piensan que es mi mejor libro. No lo sé si es así, pero fue un trabajo bárbaro. Se agotó muy rápido, pero luego no se reeditó. Algunas veces di vueltas sobre una reedición ampliada, aunque ya entrado en la era de Internet las dudas se generaron solas (Enlace para seguir leyendo la entrevista)

domingo, 20 de marzo de 2011

EL «EFECTO ABIDAL»: CAMINO DE LA GLORIA DEPORTIVA… Y HUMANA

Luis Aragonés, el «sabio de Hortaleza», insistía over and over que el campeonato liguero balompédico se dilucidaba en las últimas diez-doce jornadas. Llegada a esa altura de la competición ya no queda margen de maniobra. A la estela de lo sucedido el pasado campeonato con el chileno Manuel Pellegrini (un auténtico gentleman) sentado en el banquillo del equipo merengue, se puede dar la paradoja que frisando un récord absoluto de puntos en el campeonato, el Real Madrid se quede a las puertas de la conquista de la Liga BBVA 2010-2011. La diferencia de puntos existente con su «eterno rival», el FC Barcelona, no es insalvable, máxime cuando queda un partido por disputar en el Santiago Bernabeu, el estadio que está siendo un fortín para el conjunto blanco en lo que llevamos de temporada. El Barcelona, por su parte, sigue demostrando su poderío y no parece que la curva en sentido descendente se vislumbre en un futuro cercano. El acostumbrarse a la victoria puede llegar a provocar un cierto agotamiento o colapso, pero ha habido un par de situaciones en un corto espacio de tiempo que me llevan al convencimiento que en el tramo final de la Liga el Barça no fallará y saldrá nuevamente campeón. Por tierramar y aire desde distintos medios de comunicación se ha querido buscar algún resquicio, alguna grieta en el cascarón de esa nave blaugrana que comanda de manera majestuosa Josep Guardiola. Una vía de agua que tan sólo parece anidar en la mente de algunos (pseudos)periodistas dispuestos, a toda costa, a variar el rumbo de ese navío azulgrana con la intención de que quede varado en algún punto indeterminado del océano balompédico y, por consiguiente, dejar el camino expedito para el barco con bandera blanca, no la que simboliza la rendición, sino la reivindicación de ese equipo ganador que ondeaba en el pasado. La calumnia se cobraba, pues, esta semana, una nueva alianza en forma de velada alusión a que el conjunto blaugrana podría valerse del dopaje como revitalizante ante tanto hastío de victorias. A renglón seguido, el desmentido de la COPE —que tiraba la piedra y escondía la mano: el Madrid, al parecer, había filtrado semejante infundio— se solapaba con la noticia de la operación de urgencia a la que se debía someter el defensa Eric Abidal, al que le debían estirpar un tumor localizado en su hígado.
   He visto reconocer estos días en las miradas de los pesos pesados del vestuario azulgrana la indignación por esas palabras proferidas desde las ondas con acuse de recibo, pero al mismo tiempo la ilusión por contribuir a que la mejora de Abidal tenga el calor necesario que le procuran sus compañeros de vestuario y sobre el terreno de juego. Esa doble motivación gestionada desde distintos ámbitos del alma culé, harán imbatible a este equipo que si en el terreno de juego brindó algunas de las mejores páginas de fútbol de la historia de la pasada década siguen teniendo en su calidad humana un factor que les hace más cercanos al corazón del aficionado, incluso aquellos que no profesan la fe azulgrana. Del feed-back creado para con el seguidor blaugrana habla por sí solo esa muestra de cariño expresada en forma de ovación en el minuto 22 —si, el de Antonio Puertas y el de Daniel Jarque— en el partido que enfrentaba al FC Barcelona y al Getafe de Michel en el Camp Nou. Una muestra de cuán grande puede ser ese fútbol que une lazos entre lo humano y lo deportivo. Allí estuvo el Madrid para levantar acta de esa señorío que tantas veces ha perdido en las salas de prensa —con un Jose Mourinho ensimismado en un protagonismo que tiene mucho de teatro… del absurdo (lo de sus trifulcas con el calendario de los partidos está en relación con la obra de Ionescu)— y en los terrenos de juego cuando Ramos y Pepe sacan la motosierra a pasear, dejando en mantillas algún que otro cruce de cables del, por otra parte, genial Dani Alves.  En el videomarcador del coliseum blanco lucía la imagen de Abidal y el público merengue estuvo presto a ovacionar en un gesto que les honra y dignifica. Espero que ese mismo público sepa rendirse una vez más al arte blaugrana cuando el equipo de Pep Guardiola acuda al Bernabeu y salga airoso del envite en forma de empate o victoria, pasaporte inexcusable para dar carta blanca a esos fastos que se preveen para el mes de mayo en la capital barcelonesa. Y ahí estará en el corazón de Víctor Valdés, Xavi, Piqué, Iniesta, Busquets, Pedro, Messi, Villa, Keita… el recuerdo perenne del compañero convaleciente de una operación que invita al respeto. Pasarán los años y recordaremos aquel grupo de futbolistas del FC Barcelona medidos desde la excepcionalidad, pero no tan sólo enfrentados a sus rivales en el terreno de juego sino desde una calidad humana que Pep Guardiolacum laude en esta y tantas otras materias— ha sabido inculcar, alimentar y potenciar con buen tino. El fútbol no deja de ser un deporte… practicado por seres humanos. Imagino al francés Eric Abidal recorriendo esa banda izquierda como un fondista keniano (de ahí su sobrenombre) en el Santiago Bernabeu, elevando la mirada al estilo de un mariscal de campo y, tras un precioso centro, brinda a Messi un gol en bandeja (en el minuto 22) que rubrica un campeonato. En las ausencias es cuando damos verdadero valor a determinadas personas. Eric lo ha sido para el vestidor blaugrana, sobre todo en las últimas temporadas, y como todo en la vida tiene retorno, allí estarán sus compañeros para dedicarle una victoria que cobra una dimensión humana que reconforta fuera de lo estrictamente deportivo.

viernes, 11 de marzo de 2011

«A SERBIAN FILM»: REFLEXIONES AL FONDO DE UN DEBATE POLARIZADO

A raíz de la querella interpuesta por la Fiscalía de Barcelona (bajo la acusación de incitar a la pornografía infantil) y otro juzgado con sede en Vilanova i la Geltrú (localidad vecina y rival de Sitges, dicho sea de paso) por parte de asociaciones en pro de la defensa de los menores a la persona de Ángel Sala, como responsable máximo a la hora de programar A Serbian Film (2010), el revuelo ha sido mayúsculo creando una polémica que favorece a la formación de dos trincheras: aquellos que defienden a capa y espada al director del certamen catalán amparándose en la libertad de expresión, y los otros que apelan al «no todo vale», hay una legislación en defensa de la protección de los menores —obviando el propósito de ficción de la cinta de marras— que debe ser respetada. Todo ese tipo de polémicas, por consiguiente, se acaba polarizando pero creo que no se ataca el problema de fondo, el meollo de la cuestión. Digamos que la pregunta preceptiva a hacer si tratamos de distanciarnos de esta espiral crítica sin fin es ¿el porqué un director y el resto de su equipo de programadores de un festival con solera internacional tienen que echar mano de la programación de un film que saben les podrá generar una agria polémica? La respuesta, a mi juicio, tiene diversas explicaciones y me aventuro a compartirlas con todos vosotros.
En cualquier orden de la vida personal o profesional, las rutinas favorecen a buscar cambios, perseguir nuevos propósitos, porqué no, acudir al baúl de los «tesoros prohibidos» o los private pleasures. Es más que probable que un director de un festival de cine recién nombrado en el cargo en un solo año pueda ver desfilar por sus retinas del orden de trescientas-cuatrocientas películas al año en salas cinematográficas, sin contar aquellos títulos que visionan en la comodidad de sus hogares. Un porcentaje importante de estos visionados se deben a aquellos títulos de otros festivales subsceptibles de incluirse en la programación del suyo propio, y otros visionados proceden de otros canales, esa búsqueda de la aguja en el pajar con enmienda expresa a ser los primeros en dar a conocer al gran público el nombre de determinado diamante en bruto en forma de novel director. Esas personas que, al cabo de una semana, en sus respectivas adolescencias podían haber visto una o dos películas a la semana —como válvula de escape a los estudios que cursaban por aquel entonces— muchos años después, inmersos en la vorágine de asistencia a festivales y una vez entrada a formar parte de ese mundo —algunos con cargos óptimamente remunerados pero con la espada de Damocles de la temporalidad amenazando en el horizonte— se transforman en cinéfagos, capaces de devorarlo todo. Con este hartazgo de visionados se va apagando el buen gusto de antaño, aquel que les llamaba a seguir por su cuenta y riesgo la filmografía de un determinado director cuyo nombre figuraba en caracteres muy pequeños en el cartel de la película. Además, los interruptores de la sensibilidad, de la capacidad de emocionarse, de alentar al humanismo que reposa en cada uno de nosotros se bloquea, provocando que estos cinéfagos se muestren indiferentes ante un torrente de imágenes y situaciones escabrosas, de pésimo gusto y de peor catadura moral. Los controladores aéreos cobran auténticas fortunas, pero pagan sus peajes en forma de bajas laborales generadas por cuadros de estrés, además de lidiar con horarios que no favorecen ni al equilibrio personal ni familiar. Los programadores de películas de determinados festivales como el de Sitges pueden presumir de una buena remuneración, pero asimismo encuentran en la obligatoriedad —más o menos acentuada en función del sentido de la responsabilidad de cada uno de ellos— de ver decenas de producciones a la semana, centenares de films a lo largo de un año. A medida que se van acumulando los años y el cargo/responsabilidad sigue siendo el mismo, la ecuación resultante es que moverse por la mente de estos sufridos programadores se me antoja de diván. Ya no saben relacionar que con quién, quién con que… Puestos en la tesitura del programador, lo que el cuerpo mejor asimila es todo aquello que queda fuera del alcance de los clichés, de los lugares comunes. Comprendo la reacción inicial de Sala exculpándose de que no había visto A Serbian Film. Seguramente ni tan siquiera recordaba el detalle simulado de la violación a un bebé. En el momento que la vio (si fue así) hasta que declaró en el juzgado doscientas, doscientas cincuenta películas habían desfilado ante unos ojos que imploran colirio como una medicina reparadora. Me atrevería a poner la mano en el fuego que Ángel Sala, que distingue los veinte tonos de rojo sangre, del hammeriano al made in Paul Naschy —a imagen y semejanza de los esquimables que saben diferenciar veinte tipos de blanco—, nunca pensó en términos de moralidad a la hora de proponerla para su programación. Simplemente dio por bueno un film que debía satisfacer —esa es otra—a la parroquia de Sitges, aquella que mantiene en su gran mayoría los niveles de asistencia a las salas y que luego los políticos locales enfilados en los puestos de poder se ufanan a mostrar cifras frente a la oposición en los plenos del ayuntamiento o del patronato. A este público no les vengáis con sutilezas; demandan la sangre como si les fuera la vida en forma de transfusión intravenosa. Cuanto peor, mejor. Frente al televisor casero exhiben su insensibilidad cuando aparecen los signos evidentes de destrucción provocado, a modo de ejemplo, por un tsunami (algunos deben ver recreados sus experiencias virtuales con la consola); jalean los muertos en las que ellos consideran películas de risa-alagarabía; se sienten acompañados por la lectura de los cómics manga; se mueven por las redes sociales (sic) como por el pasillo de su casa, y lo de las historias-tipo «chico-encuentra-chica» les traen al pairo. Ángel Sala y su equipo no han hecho más que plegarse a los designios de esos fans de Sitges que buscan en la gran pantalla experiencias al límite. Sus deseos son órdenes. Programar películas de calidad ya es una entelequia en Sitges y en otros tantos festivales. Y claro está, por una cuestión de mera supervivencia, de no perder la oportunidad de seguir encaramado en una plaza tan codiciada como la de director de un certamen de renombre internacional, Ángel Sala seguirá dando la tanda de terror visceral, saguinario, de baja estofa al que por desgracia nos tienen acostumbrados desde hace años. Por mi parte, las visitas al festival de cine de Sitges, por prescripción médica, se limitan a unos pocos —dos, tres visionados— avisado que de ese empacho de que las películas maceradas en los estómagos de sus programadores no pueden salir precisamente gemas de diáfana luminosidad. Más bien se imponen las excrecencias que, por el hedor que desprenden, atraen a una gran cantidad de público que luego les preguntas por Mancini y les suena únicamente a entrenador de la Premier League.
Mi conclusión a todo ello es que tenemos los serbian films que el público afín a este tipo de festivales demanda. Ángel Sala no es más que un cabeza de turco de un status quo que se va rescabrajando por la base, provocando una falla del orden de 7-8 en la escala Richter. Claro que es ficción A Serbian Film (estos días he tenido ocasión de verla o padecerla, mejor dicho, para no hablar sin conocimiento de causa) y que lo de incriminar penalmente a Sala es un disparate. Sí, pero lo que no es ficción es lo otro: esos individuos existen, pasan cortas temporadas en la Blanca subur luciendo sus camisetas de Los Ramones (debe ser el grupo que ha vendido más T-Shirts que discos o compactos de toda la historia) y venden sus principios éticos y morales por el precio de un manga. Saben citar de corrillo la filmografía de Takashi Miike pero son incapaces de enumerar tres películas de Luchino Visconti. Pena, penita, pena. Con un público como este no me extraña que se hagan películas de ínfima calidad (Saw ya va por la VII) y puedan haber sentencias como las que pueda dictar dentro de unos meses los juzgados de Barcelona o Vilanova i la Geltrú.

http://www.ipetitions.com/petition/contralacensurasitges/

domingo, 6 de marzo de 2011

PRESENTACIÓN DE «EL ENIGMA HALDANE»: PRMERA PARADA, TECLA SALA DE L'H

Vista aérea del edificio de la Tecla Sala de L'Hospitalet.
Cuando inauguré este blog en mayo de 2008 pensé en distintos títulos para el mismo. Después de descartar varios me incliné por El mundo de Haldane, en alusión al libro que por aquel entonces estaba dando forma en mi ordenador, El enigma Haldane. Con esta elección quise dejar constancia que, sí, es cierto, en la pasada década el cine constituyó mi centro de gravedad profesional, pero nunca he dejado al margen mi interés por múltiples temas, uno de los cuales fue fundamental para la elaboración de mi primera novela: la genética. Sin este conocimiento previo adquirido durante la carrera de Ciencias Biológicas que cursé años a, me hubiera resultado un imposible crear esta ficción literaria sustentada sobre una base científica. Por fortuna, pienso que he logrado que este conocimiento científico esté al servicio de la historia y no a la inversa como suele suceder en este tipo de novelas.
   Tres años después de celebrarse —si se puede expresar de esta forma— el tercer aniversario de este blog aparecerá en el mercado El enigma Haldane. Semanas antes se harán una serie de presentaciones, la primera de la cuales tendrá lugar el próximo día 15 de marzo, a las 19 h 30 mn, en la sala de actos de la Mediateca de la Tecla Sala de L’Hospitalet de Llobregat. El emplazamiento tiene un sentido especial para un servidor porque en esta ciudad siguen viviendo mis padres, fue donde me crié y desarrollé mi actividad escolar hasta que la Universidad llamó a la puerta. Asimismo me alegro porque L’Hospitalet cuente con equipamientos culturales de primer nivel, imbricados en una red —esta sí, social— de bibliotecas y mediatecas bajo los auspicios de la Diputació de Barcelona (algún día pienso dedicar un post a esta labor modélica en muchos aspectos). Con todo ello, la presentación de mi novela vendrá acompañada de otro libro de trazo genérico distinto, Adja y la nostalgia, escrita por Jaume Carreras, que es una obra maestra de principio a fin.
   No soy demasiado amigo de desvelar cuestiones relativas al contenido de la novela porque es el lector quién debe volcarse en este ejercicio intelectual. Pero para ponernos en situación, El enigma Haldane se plantea, a nivel temático, como otra vuelta de tuerca, treinta y seis años después, de Los niños del Brasil (1976), esa estupenda fábula de la fantaciencia pergeñada por Ira Levin. En cambio, la estructura narrativa invita a pensar en El silencio de los inocentes (1988) de Thomas Harris, aunque desde una perspectiva temática no guarde relación alguna. Referentes literarios que marcan las pautas en torno a El enigma Haldane como novela apta para lectores de todo tipo, eso sí, decididos a viajar por tierras escocesas de la mano de sus protagonistas. He hecho numerosas veces ese viaje en mi mente y uno solo físicamente por los emplazamientos de El enigma Haldane y siempre llego al mismo punto. Para un servidor, de cuantos libros he escrito es mi obra más querida, más profundamente interiorizada y en la que convergen tres de las materias por las que desde hace largo tiempo más me han interesado: la literatura, la ciencia (en especial, la genética)… y el cine. Si, porque, Haldane tendrá una second live en la gran pantalla. Se publica una obra, por consiguiente, 100% adaptable al cine, aun siendo pura literatura. De momento, en ese largo trayecto que aguarda a El enigma Haldane —con el propósito de ser la primera parte de una trilogía— la primera parada se dará en breve en la Tecla Sala de L’Hospitalet de Llobregat. Allí se empezará a desvelar ese enigma oculto durante tres años.