sábado, 28 de mayo de 2011

DIRK NOWITZKI: LA GRAN ESPERANZA BLANCA DE DALLAS

Dirk Nowitzki, el ala-pivot de los Dallas
Parece que a los seguidores de algunas competiciones que se libran en el viejo continente ya les va bien que los ganadores de los torneos de la regularidad sean, parafraseando al gran Andrés Montes, «cosa de dos, como en Love Story». Esos desequilibrios presupuestarios, lejos de corregirse, se van ensanchando cada vez más hasta observar, casi a cada jornada vencida, el registro de algún resultado más propio de un parcial de un partido de tenis que de ligas donde las cenicientas deberían formar parte los cuentos de hadas. Al otro lado del Océano Atlántico hace tiempo que se replantearon cómo solventar el tema del dominio alternativo de Los Angeles Lakers y los Bolton Celtics durante la década de los ochenta, favoreciendo una elección de drafts que persiguiera equilibrar las plantillas de la NBA. La otra apuesta del comisionado David Stern y de su equipo directivo para potenciar la igualdad en la competición de la denominada mejor liga del mundo del básket, era abrir las puertas a la contratación de jugadores —esencialmente europeos—, ya sea en formación —algunos estuvieron bajo el amparo de universidades estadounidense— o con una corta experiencia en los parquets con ficha profesional. En los caladeros de las ligas europeas los scouters de la NBA iban anotando nombres para luego echarles el anzuelo sus jefes con la presunción que podrían tener opciones de triunfar en la poderosa liga estadonunidense. Con la reunificación de Alemania, su potencial deportivo se redoblaría, experimentando su particular «Edad de Oro», colocando en primera línea tenistas, ciclistas, nadadores, atletas, jugadores de balonmano, … y de baloncesto. Antes que llegara el «Milagro Alemán» en fondo y forma de la reactivación de la economía bajo el mandato de Angela Merkel, el otro «Milagro», el deportivo, ya se había dado. Pero era un fenómeno que se leía de puertas adentro, contribuyendo a relativizar para países como el nuestro los éxitos deportivos de la nación teutona debido a ese efecto de diáspora que llevaría, entre otros, a Dirk Werner Nowitzki (1978, Wurzburgo, RFA) a colocar una pica en… Dallas, aunque su primer destino norteamericano hubiera podido ser los Milwaukee Bucks. Situado en el número 9 del draft, Dallas Mavericks se acabaría llevando el gato al agua en la primavera de 1998. Un gato de 2,13 cm con un movimiento de pies que se lo hubieran rifado en alguna academia de baile germana.
   Nacido dos años después, al sur de Europa, Paul Gasol —barcelonés según su certificado de nacimiento pero «hijo adoptivo» de la ciudad de Sant Boi de Llobregat donde desarrolló su actividad escolar antes de abandonar el nido del cuco superados los dos metros (hasta alcanzar los 2, 14 cm)— tuvo desde sus años de juventud a Nowitzki como referente. Es más, me atrevería a decir que si hubiera cinco razones por las que el mayor de los Gasol decidió —contra la opinión de su entrenador del FC Barcelona Aito García Reneses; lo veía demasiado inmaduro para un torneo de esas exigencias a todos los niveles—, a los veinteaños, decidió triunfar en la NBA, una de éstas sería Dirk Nowitzki. Al igual que Pau, a su llegada a los Estados Unidos Nowitzki era un chico más bien delgado, con un corte de pelo que le asemejaba al de un rockie de la base militar americana de Ramstein. A través de un intenso trabajo de gimnasio se iría modelando un físico portentoso que posibilitaría a Nowitzki aguantar el ritmo de una competición que ni por asomo había experimentado en sus años de formación en el equipo de su ciudad, que militaba en la segunda división. Salvado este handicap físico de partida, el talento natural de Nowitzki reposaría y sigue reposando en su prodigiosa muñeca, con unos porcentajes de tiro (de tres, de dos y libres, con un acierto que ronda el 90%) que solo lo pueden rubricar unos escogidos. Y todo ello, manteniéndose a lo largo de un decenio, aunque Dallas Mavericks se fueran de la competición (de los play-offs) antes de tiempo en no pocas temporadas. Tras el dominio ejercido en los noventa por los Chicago Bulls de Michael Jordan (posiblemente el jugador más determinante que ha contado la NBA después de los Juegos Olimpicos del 84), la Liga Americana vio como aquellas políticas de drafts y la permeabilidad de sus fronteras daba sus frutos en forma de un rosario de ganadores de distintas localidades/franquicias: Detroit Pistons, San Antonio Spurs, Orlando Magic, Boston Celtics, Los Angeles Lakers (con un resurgimiento explosivo gracias a la entrada de Paul Gasol tras un tramo final un tanto prosaico en los Grizzlies de Memphis donde aterrizaría su hermano Marc Gasol)… y quién sabe si en breve le tocará el turno a Dallas Mavericks. Eso sería tanto como decir que la victoria de los Dallas Mavericks se debe, en gran medida, a la perseverancia y el talento de Dirk Nobitzki, quien en las eliminatorias de los play-offs de la conferencia Oeste con Los Angeles Lakers y sobre todo Okllahoma Timber Wolves se cargaría al equipo a sus anchas espaldas ofreciendo un recital de ese poder anotador y reboteador que le ha situado entre los jugadores más valiosos de la pasada década en la NBA. Elegido varias veces en el quinteto inicial, MVP en la temporada 2005-06 (camino de ello lleva en la presente), Dirk Nowitzki, con permiso de los Beach Boys de Miami Heats (Lebron James, Dwayne Wade...), puede tocar el cielo con esos dedos que cubren de razón a aquellos que le señalan como un tirador excepcional. «La flecha verde», «Robin Hood», «Dirk Turpin», la «Bomba rubia»… numerosos sobrenombres o apodos para un jugador único, irrepetible, con un comportamiento deportivo sin mácula. A punto de cumplir los 33 años Nowitzki puede colocar el broche de oro a su paso por la NBA y a la historia de los Mavericks en particular —allí había ocupado plaza antes que él su compatriota el alero Detler  Schrempf—. En la que con probabilidad sea la temporada más agria para Paul Gasol en lo deportivo, el consuelo lo podría encontrar en el triunfo de su admirado Nowitzki, ollando la cima de la NBA. Si algún día Pau se decide a escribir sus memorias —capacidad intelectual no le falta para ello— no dudaría que en sus primeros capítulos apareciera el nombre de Dirk Nowitzki, un referente, un espejo, un tipo al que admirar el 41 de Dallas Mavericks y alma matter de la selección alemana que bajo su égida ha cosechado una serie de éxitos inimaginables en un pasado no demasiado lejano. Congratulations, Dirk. Road to Legend. 

domingo, 22 de mayo de 2011

EN BUSCA DE OTRO ESLABÓN PERDIDO: ¿EL HOMO PALAUENSIS?

Uno de las naciones soberanas más pequeñas de la tierra, el archipiélago de las Palau (o Belau, según la pronuncia de sus nativos), cuenta con una extensión de 460 Km2 (bordeada por un arrecife coralino) al parecer, suficiente para albergar en sus entrañas un auténtico «tesoro» para paleontólogos y antropólogos. En este mismo blog ya me hice eco del avance que supuso el descubrimiento de los restos fósiles encontrados en la Isla de las Flores en relación a sendos campos de la ciencia. Esta vez, a diferencia del artículo relativo al Homo floriesensis que leí en las páginas de Investigación y ciencia, un programa documental de televisión (ir a enlace de video al final del post), Los cráneos misteriosos de las Palau,  me ha puesto nuevamente sobre la pista de los avances que sobre materia de paleontología y antropología se han ido sucediendo en los últimos años, muchos de los cuales apuntan a una revisión a fondo de los manuales publicados en el curso del siglo pasado.
  Al albur de una serie de descubrimientos que apuntan a la hipótesis que especies filogenéticamente muy cercanas al Homo sapiens desarrollaron, no hace demasiado tiempo —se calcula que unos 3.000-3.500 años atrás— una capacidad de adaptación al ambiente con el fin de procurar la propia supervivencia. A través de los restos fosilizados hallados en recónditas cuevas de algunas de las minúsculas islas que conforman el archipiélago de las Palau se baraja la hipótesis de que los primeros colonizadores de ese inhóspito enclave del Océano Pacífico debieron corregir su morfología para posibilitar una adaptación a las durísimas condiciones de vida que les había provisto la divina providencia siglos antes que se anunciara la llegada de Cristo a la tierra. La hipótesis más plausible es que, al reducir el aporte calórico, los cuerpos fueron menguando hasta que la estatura de los adultos nativos se correspondiera con la de niños de cinco o seis años de edad de la especie Homo sapiens que conocemos hoy en día. Los hallazgos llevados a cabo por los equipos de Stephen Churchill, antropólogo de la Universidad de Duke, y de Lee Rogers Berger, paleontropólogo de National Geographic, tuvieron la sospecha desde el primer momento que la acumulación de numerosos huesos en el interior de las cuevas de Palau no podía corresponderse únicamente a infantes, sino más bien la hipótesis más razonable era que se trataba de individuos adultos en su mayoría que habían acabado sus días en una suerte de santuario. Las piezas dentales encontradas en un excelente estado de conservación marcarían la pauta que de que se trataba de individuos de avanzada edad para esos tiempos —treinta años de media—, pero con la estatura propia de niños, de un metro o metro veinte de estatura a lo sumo. Sus ojos mucho más separados entre sí que los Homo sapiens, un cerebro pequeño (del tamaño de los chimpancés), una nariz achatada o la protuberancia ósea característica de los Neandertales situada en la parte superior frontal del cráneo eran otros de los rasgos morfológicos comunes de una especie sujeta a debate en estos meses o años venideros por si se trata de un nuevo eslabón procedente de nuestros ancestros los simios. Descartada la hipótesis que estos nativos de las Palau procedieran de las islas de las Flores (el espacio propio de los Homo floresiensis), distianciadas entre sí más de dos mil kilómetros, debido a que no se tiene constancia de poder haberse llevado a cabo rutas marinas tan largas en aquel periodo, de verificarse la teoría que sostienen especialistas como Mr. Churchill o Mr. Berger, los descubrimientos de éstos abren la veda a replantear, reformular ese viejo adagio referido a que los cambios de la evolución humana se miden en decenas de miles de años. Si los primeros moradores del archipiélago de Palau llegaron hace unos cuantos miles de años allí y desaparecieron hace unos 3.000 años (las preubas de radiocarbono así lo certifican) después con una morfología sustancialmente modificada habla por sí solo que la hostilidad de las condiciones de vida les empujaron a ello. La hipótesis de que un tsunami acabara con la vida de sus habitantes de un zarpazo no se sostiene atendiendo a que los dos yacimientos de huesos encontrados —de una variedad y una cantidad excepcional con un grado de conservación favorecido por parámetros relativos a la temperatura ambiental, la humedad de la zona, etc.— se sitúan en posiciones opuestas del archipiélago. Invita a la reflexión, pues, pensar que mientras se empezaba a forjar hace 3.000 años aproximadamente el pensamiento humanista y dar cabida a no pocos aspectos de lo que hoy en día conocemos como civilización, en un remoto archipiélago del Pacífico, situado 800 kilómetros al este de Indonesia, una comunidad insular buscaba su supervivencia en el mundo aun a riesgo de sufrir notables cambios en su morfología. Y todo apunta a que esas modificaciones de sustanciaron en un segmento temporal mucho más reducido del esperado. Los descubrimientos de Palau que se desarrollen en los próximos años pueden abrir la llave para refutar teorías que se daban por válidas y, de paso, ir perfilando la idea de que los eslabones perdidos no fueron la excepción a la regla sino más bien una opción más en el cada vez más complejo entramado de la escala evolutiva humana. Dentro de esta complejidad anida la derivada de lo paradójico, al pasar revista a algunos asuntos que afectan a la humanidad en nuestros días, por ejemplo, en la activación de programas involutivos que someten al individuo a niveles de vida infrahumanos. Entretanto, para la mayoría de los presos no hay juicios, no hay cargos firmes; solo sospechas, indicios… Ya se sabe, justos pagan por pecadores. Para escarnio de la humanidad, Guantánamo existe. Aun pendiente su desmantelamiento, la prisión de Guantánamo, bajo la tutela de la Administración Obama, va aligerando su población de reclusos merced a acuerdos con terceros países o naciones. Hace un par de años, el gobierno de Palau se avino a acoger diecisiete miembros de la etnia uyghur confinados en Guantánamo, previo canje económico. Hubo especies muy próximas filogenéticamente al Homo sapiens que se extinguieron, pero existen comportamientos de nuestra especie que razonan sobre que esas trazas de primitivismo están lejos de desaparecer. Por efectos de los caprichos del destino, desde hace poco conviven en un mismo espacio geográfico de unos cuantos kilómetros cuadrados dos ejemplos de supervivencia que nos pueden ayudar a recomponer el pasado (esos eslabones perdidos que superaban el metro de altura con dificultad) y replantear el futuro de la esencia de nuestra propia especie (los uyghurs). Las lecciones recibidas a lo largo de más de tres mil años es tiempo, pues, más que suficiente como para pensar que Guantánamo ya no forma parte del diccionario de la humanidad. Si no, sería como volver a esa época en donde la tierra cohabitaba una civilización que favorecía al pensamiento humanista mientras unos nativos de una diminuta isla del pacífico se aferraban a la idea de la supervivencia aun a pesar de variar su morfología hasta acercarla a la de los primates.

Enlace al documental emitido en Canal 33 (en catalán e inglés): Los cráneos misteriosos de las Palau
Localización: Las Islas Palau en Google Earth

domingo, 15 de mayo de 2011

EL ÚLTIMO «REY» DEL MOSSAD: EL ARMA SECRETA DE BENJAMIN NETANYAHU

Tamir Pardo, el nuevo cerebro del Mossad
Está a punto de cumplirse treinta y cinco años de uno de los secuestros aéreos que tuvieron en vilo al mundo durante varios días. Como sucede en la actualidad con poblaciones del Norte del continente africano —Misurata, Sirte, Zahuia, etc.— que no hubiéramos ubicado en un mapa mudo de no haber obtenido celebridad merced, por ejemplo, a la difusión de las estrategias de la disidencia libia presta a derrocar al régimen del terror instaurado por el sápatra dictador Muhammad Al Gaddafi, Entebbe (situada al sur de la capital de Uganda, Kampala) obtuvo relevancia a nivel internacional por haber sido la última parada —que no destino— del avión secuestrado por facciones palestinas (con el apoyo de miembros de la banda Baader-Meinhof) en las que viajaban un total de 248 pasajeros de distintas nacionalidades. En la complejidad del operativo orquestado por el Mossad —el servicio de Inteligencia Israelí— con el objetivo de liberar al máximo número posible de pasajeros del avión de la compañía Air France estuvo Yonatan Netanyahu, el hermano mayor del actual Primer Ministro de Israel Benjamin Netanyahu. De resultas de la acción-rescate, sustanciada en la noche del 4 de julio de 1976, Yonatan Netanyahu, con los galones de Teniente Coronel, fue abatido por uno de los secuestradores, pero esos «daños colaterales» quedarían un tanto oscurecidos por el elevado número de rescatados. No lo sería para Benjamin Netanyahu, que en sus dos periodos al frente de la dirección del país israelí se ha significado por su política de mano dura para con el pueblo palestino. Razones poderosas para pensar que la venganza es un plato que se cocina a fuego lento, y que se cobra, con el paso del tiempo, una serie de gestos colaterales en forma de designaciones de cargos que no hagan más que honrar al buen nombre del hermano de sangre caído en combate. La prensa nacional, escrita o en papel, suele bombardearnos con noticias que traten de dar visibilidad a las personalidades o empresas españolas más influyentes en el orbe mundial —las listas Forbes ya son un clásico—. De ahí extraemos del peso ganado o perdido —en función del puesto del ránking que ocupen— de empresas como el Santander Hispano, Repsol, Zara o el BBVA, o de VIP’s del perfil de Adolfo Domínguez, Emilio Botín o las hermanas Koplowitz, en el ordenamiento de un mundo que gira cada vez más en torno al tándem financiero-especulativo. Pero existen otras personalidades de origen hispano que causan baja a efectos de popularidad, a la par que ganan enteros desde un (semi)anonimato. Desde las barricadas de la discreción se sitúa Tamir Pardo (1953), uno de los hombres de inequívoco ascendente hispano con mayor poder en el actual mundo globalizado. Lo es en función del cargo que ostenta desde el pasado mes de noviembre, toda vez que fuera escogido por Benjamin Netanyahu director del Mossad. Nada o poco se sabía de Tamir Pardo, quien vivió una doble identidad durante treinta años: la de un hombre hogareño y la de agente de espionaje. Con su designación saldría a la luz una hoja de servicios que tuvo su primera contribución significativa a los ojos del Mossad en su labor de intendencia —ocupaba un cargo de subalterno— en la operación rescate de Entebbe. Una designación que para Benjamin Netanyahu parecía guiado por el perenne recuerdo de su hermano mayor. En ese reparto de papeles que se establecería para la puesta en marcha de la serie de proyectos cinematográficos y televisivos que surgieron a la estela de la resolución del secuestro —Victoria en Entebbe (1976), dirigida por Marvin J. Chomsky, al parecer sin sombra de parentesco con el afamado e influyente rapsoda de la política internacional, Noam Chomsky; Brigada antisecuestro (1977) con Irvin Kershner tras las cámaras, y un tercero que entraría en vía muerta, el liderado por Franklin J. Schaffner—, el sosías de Tamir Pardo ocuparía plaza entre los figurantes. Pero desde hace unos cuantos meses el súbdito israelí se revela como una de las «armas secretas» del menor de los Netanyahu, en una etapa que puede resultar clave para la estabilidad o inestabilidad de la zona. Ese Oriente Medio y Próximo convulso cuyas soluciones pasan inexorablemente por la resolución del conflicto palestino-israelí, pero sin perder de vista un Irán que trata de activar sus programas nucleares y un Pakistán situado nuevamente en el ojo del huracán tras la aniquilación de Osama Bin Laden. Presumo que en ese operativo por derrocar al líder de Al Queda por parte de una unidad especializada del ejército estadounidense, el Mossad ha movido sus fichas. Y quien ahora mueve sus hilos no es otro de Tamir Pardo. Algún día no dudo que entre la avalancha de documentales que llegan a las carteleras, Tamir Pardo se correspondería con ese misterio por desvelar de ascendente hispano, como lo habían sido Jesús de Galíndez o Joan Pujol, álias Garbo. Un agente al Servicio de su Majestad Ben Netanyahu que participaría en una producción de capital israelí y que igualmente se echaría mano de otro de los títulos de reminiscencias bondianas, la Operación Trueno, mejor conocida por Operación Entebbe entre los estudiosos de la política internacional, y Operación Yonatan entre los correligionarios del Mossad. 

sábado, 7 de mayo de 2011

EL CÍRCULO DE LA VIDA: TAN LEJOS, TAN CERCA

Pese a los avances evaluados en el campo de la medicina y de la biotecnología, sigue prevaleciendo el concepto de que el cáncer forma parte del patrimonio genético de la humanidad, registrándose algún miembro (lejano o no) de nuestras familias que ha sufrido o sufre las embestidas de esta enfermedad que tiene mil caras, por ventura, cada vez menos equivalente a expedir un certificado de sentencia de muerte. No obstante, de un tiempo a esta parte otra gran red en forma de enfermedad se extiende entre la población, en especial la relativa a los países del primer mundo, en virtud de una esperanza de vida que se cobra un peaje, a menudo, tan difícil de asumir: el Alzheimer. Sociedades cada vez más longevas, pero que en paralelo crecen exponencialmente los casos de una enfermedad neurodegenerativa que arrastra consigo un cisma moral y emocional difícil de sobrellevar para el entorno familiar que convive con la persona afectada de Alzheimer. Intuyo que en estos microcosmos se percibe con mayor tino ese sentido de vuelta a los orígenes en no pocos comportamientos que dan la medida de ese círculo vital que va tocando a su fin. Es en la necesidad de reprogramar lo aprendido como terapia o ejercicio diario para hacer frente al Alzheimer donde se puede pulsar la tecla que la vida da vueltas sobre un mismo eje hasta acabar de trazar una circunferencia. Fuera de este entorno, al asomarnos a la realidad de nuestros padres, amigos de nuestros padres o abuelos que han podido sortear (no sabemos hasta cuando) la crudeza de una enfermedad como el Alzheimer o la demencia senil, observamos que convive la sabiduría que da la experiencia acumulada con un egoísmo que se ha ido incubando hasta explosionar en las fases terminales de un largo recorrido vital. Ese es, en esencia, uno de los trazos del ser humano que gana volumen a partir de la creencia que nuestra realidad es única e indivisible; pensamos que el mundo rota sobre nuestro eje personal o familiar. Muy posiblemente, el egoísmo mórbido que se ha apoderado de las personas más mayores de nuestras familias ya se habían manifestado, quizás de una manera aislada, en esa etapa en la que cada uno de nosotros hacemos un balance de situación, en que ponemos en valor los logros cosechados pero no dejamos de lamentarnos por aquellos objetivos no alcanzados. A los cuarenta y tantos empezamos a hacer de lo selectivo un dogma de fe; el tiempo pasa ser uno de los «patrimonios» más preciados que disponemos. Haciendo un símil referido a la conducción, solemos mirar por el retrovisor de nuestra izquierda, el que tenemos más cercano a nuestra propia persona, para mantener a raya las amenazas o las cargas que hemos ido adquiriendo años, meses atrás (hipotecas, créditos al consumo, hijos, compañeros de trabajo, etc.); observamos de soslayo el retrovisor rectangular que preside el interior del turismo (el equivalente a esos amigos o familiares que no nos resignamos a perder el contacto, o esas señales de alarma que nos advierten de evitar tropezar en la misma piedra en lo afectivo o en lo laboral), y por último, nuestra cabeza se vuelve hacia el retrovisor de la derecha ubicado al lado del copiloto. Desde ese retrovisor observamos una infancia y una adolescencia que ha marcado a fuego, como un hierro candente, lo que acabamos siendo. Ya situados en el ecuador de ese círculo vital, mientras el egoísmo prosigue su proceso de fermentación las visitas al retrovisor de la derecha se hacen más frecuentes e intensas. Nuestros ojos, como el de los niños, se humedecen al evocar la pérdida de un ser querido, de un amigo o de un familiar, o de alguien a quien admiramos por su valor humanista. Ese espíritu solidario que acompañaba nuestros días de juventud, donde la amistad confraternizaba con la llegada del solsticio de verano, va quedando varado en nuestro pensamiento y dejando que arraigue el componente primigenio de recolector para proteger al clan familiar, sobre todo en época de vacas flacas.
   Con la llegada del siglo XXI se ha propiciado el milagro de conectar a personas que llevaban lustros, décadas sin saber las unas de las otras por efecto de las denominadas redes sociales. Pero Facebook, como modelo paradigmático, evidencia una realidad que habla que la cercanía a menudo es sinónimo de lejanía. Las paradojas de una realidad humana observada desde la ventana de Internet que nos abre al conocimiento que esas personas a las que conocimos en nuestras infancias y adolescencias seguimos llevando grabados en nuestros discos duros sus nombres y apellido(s). Pero nos cuesta dar el paso para saber qué ha sido de sus vidas en todo este largo camino, ni siquiera a modo de un brochazo que despeje el interrogante sobre si esas habilidades innatas han tenido traducción en el ordenamiento profesional. Como decía Borges, "pudo más la curiosidad que el miedo". He llamado a la puerta de esos amigos del Facebook a los que pongo cara de alevines más que de personas instalados en la cuarentena. No en vano, ellos forman parte de mi vida. Una vida lejana, pero que fue la semilla de lo que soy: publiqué una revista escolar ciclostilada con dibujos de cosecha propia y luego, al cabo, vino Seqüències de cinema; veíamos desde la litera de la habitación de los hermanos películas en super 8 m/m y más tarde llegarían los libros de cine; esas visitas culturales a museos o centros de divulgación científica mutaron en forma de mi interés por cursar estudios de Biología... Sé que la respuesta, en algunos casos, tardará en llegar. Unos cuantos habrán quitado definitivamente el retrovisor de la derecha; otros aguardan a que la carretera se ensanche después de haber transitado por vías secundarias. Mientras tanto, desvío el pensamiento en más de una ocasión sobre ese mundo personal de la infancia y de la adolescencia que es uno de los tesoros más grandes que conservo y al que no quiero renunciar.

Invitación a escuchar tema de To Kill a Mockingbird de Elmer Bernestein en Youtube, mi composición favorita evocadora del mundo de la infancia.

domingo, 1 de mayo de 2011

LAS RAZONES DEL INDEPENDIENTE: ENTREVISTA CON CHRISTIAN AGUILERA (PARTE II)

Transcurrido poco más de un mes desde la publicación de la primera parte de la entrevista que me realizó Adrián Sánchez en su magnífico blog esbilla cinematográfica, ahora toca el turno de la segunda y última entrega. En la misma se hace un repaso sobre distintos aspectos de los libros de Milos Forman, Joseph L. Mankiewicz y Neil Young para rematar la faena con una aproximación a El enigma Haldane. Me siento más cómodo como entrevistador que en calidad de entrevistado, pero la verdad es que Adrián tiene una habilidad especial para crear el clima propicio para sentirte cómodo en esta tesitura. Aprovecho el pie de la entrevista con rúbrica sobre El enigma Haldane para anunciar que desde hoy ya está activado el Facebook específico de mi primera novela (Ver enlace izquierda superior del blog) Por consiguiente, invito a todos los seguidores del blog a participar del mismo toda vez que a partir del día 20 de mayo El enigma Haldane se podrá encontrar en un buen número de librerías del estado español y asimismo habrá una plataforma virtual para adquirirlo on line.

Una segunda entrega abierta con el recuerdo, imprevisto, para Sidney Lumet y que se extiende sobre dos nuevas monografías, una sobre el clásico olvidado Milos Forman, uno de los autores capitales del cine de los 70 y primeros 80, otra sobre un autor del contundente prestigio de Joseph L. Mankiewicz y sobre el cual Aguilera arroja una luz, en no pocos aspectos, sorprendente o que al menos sirve para descubrir aspectos en sombra del mismo. Enchufamos luego las guitarras para movernos entre la tormenta y la calma, azotados y mecidos por el descomunal talento de Neil Young. Parada bloguera para descansar un poco y último tercio con esa verdadera vida nueva que es la novelistica con la publicación, ya mismo, de El enigma Haldane. Todos colocados sobre el césped, balón al verde, pitido inicial, saque atrás y a correr. Empieza la segunda parte:

Antes de retomar el hilo de las cosas donde lo habíamos dejado se impone un breve recuerdo para Sidney Lumet, del cual hablamos brevemente en la primera entrega ¿qué impresiones nos puedes dejar sobre él? ¿Crees que se le puede estar sobredimensionando un poco?

Tuve ocasión de entrevistarlo en 1993 para la preparación del libro La generación de la televisión. Por aquel entonces solo Blake Edwards y Woody Allen mantenían un ritmo de producción tan elevado como Sidney Lumet, una media de película por año. Era un hombre de setenta años con aspecto de tener unos cincuenta y pocos. A diferencia de otros directores, la práctica cinematográfica parecía que le rejuvenecía. Solo puedo expresar mi tristeza por la pérdida de una personalidad del mundo del cine al que los intérpretes adoraban. No he leído una sola línea de un actor o actriz que hablara mal de Sidney Lumet. Respecto a si se ha dimensionado o no, ya sabes que en este país pasamos de un extremo al otro con una facilidad pasmosa. Pero, en términos generales, diría que Lumet logró realizar doce, catorce películas de gran nivel, algunas aún por descubrir como Daniel (1983). Cualquier director hoy en día firmaría pasar a la posteridad con un par de grandes películas. Lumet se fue, a mi juicio, a la docena larga. No es mal testamento fílmico.

En la pequeña entrada que hice sobre su fallecimiento hablaba en defensa de su sentido del oficio, que si no está perdido lo parece ¿Hay en el Hollywood actual sitio para los artesanos?

Martin Scorsese ha dicho recientemente que con la muerte de Lumet se puede dar por cerrada una etapa del cine norteamericano. En cierta manera, lo comparto. Lumet se aplicó a la manera de un artesano pero eso no va reñido para que, de tanto en tanto, hiciera las películas que quería, aquellas muy ligadas con su conciencia de hombre de izquierdas, progresista. Digamos que hoy en día más que nunca hay muchos que dirigen, pero pocos directores. Y ser director se llega a través del oficio, a base de equivocarte una y otra vez, de experimentar, de enfrentarte en el plató con intérpretes de distinta clase, de rodar, en definitiva.

Absolutamente de acuerdo con esas apreciaciones. Avancemos hasta tu siguiente libro y nueva editorial, ahora la Cordobesa Berenice en el año 2006 y sobre otro clásico postergado como el checo Milos Forman. ¿Por qué este, no se si olvido o disolución, de un director tan prestigioso? Es un hombre de 79 años, no es tan anciano, un clásico de los 70, ganador de dos Oscar… y parece costarle horrores levantar una película desde hace años. De hecho entre Man on the Moon (que me parece una de sus mejores obras, por cierto) y Los fantasmas de Goya, que debe de hacer fuera de la industria, pasan 7 años y desde esta última ya suman 5 hasta hoy sin mayores noticias.

Hubo varias razones para proponer el libro de Milos Forman a Berenice. Sin duda, es un director que siempre me ha interesado y que vista la ausencia de bibliografía en castellano me lancé a escribir una monografía. Creo que ha habido cierta “pereza” al analizar su obra. Por ejemplo, propuse a la Filmoteca de la Generalitat que coincidiendo con la publicación del libro se hiciera un ciclo y me contestaron que ya habían proyectado algunas de sus películas de la etapa checa y que su etapa norteamericana no les parecía interesante. Me pareció una boutade pero así se las gasta cierta intelectualidad capaz de borrar de un plumazo los aciertos de films de estilos y contextos sociales tan diferentes como Alguien voló sobre el nido del cuco, Amadeus, Man On the Moon o Los fantasmas de Goya. Me acuerdo que para llegar a tiempo de incluir la parte de Los fantasmas de Goya en el libro escribí casi de un tirón quince folios. Es una película de una riqueza extraordinaria, pero fue un fiasco comercial total. Esa es una de las explicaciones, además de la edad de Forman, del porqué ya no ruede.

Después de la experiencia con Valmont, un film a reivindicar, y que personalmente prefiero al de Frears, también pasaron siete años ¿Le hizo pagar Hollywood el fracaso económico de aquel empeño personal en una aplicación práctica de eso de “vales tanto como tú última película”?