viernes, 4 de mayo de 2012

«ÉXODO SINFÓNICO»: ESPAÑOLES EN EL MUNDO DEL CINE ANGLOAMERICANO

Roque Baños dirigiendo la orquesta en una sesión
de grabación de Alatriste
A propósito del estreno de Madrid 1987 (2011) la fina ironía del guionista, director y escritor David Trueba dejaba para los titulares de una entrevista la frase de que «el cine español está en crisis desde 1917». A pocos años de “conmemorar” tan “distinguido” centenario asistimos al enésimo repunte de una crisis situada dentro de una crisis que afecta a gran parte de la población de nuestro país y, a la par, a otras naciones del arco Mediterráneo. Más allá del cómputo de entradas vendidas para la asistencia a ver producciones españolas al cabo de un año, uno de los indicadores más “fiables” de que pintan bastos para una industria (sic) cuyo pulmón (artificial) se interconectaba hasta hace poco directamente con la llave de paso de las subvenciones, ha sido la proliferación de intérpretes de pedigrí en series de televisión de calidad subterránea o vendiendo algún que otro producto en los spots televisivos de turno. Visto el panorama, algunos de nuestros mejores talentos han puesto rumbo al continente norteamericano siguiendo la estela de los Javier Bardem, Antonio Banderas y Penélope Cruz con una balance hasta la fecha, como no podría ser de otra manera, desigual. No cabe duda que ese salto al otro lado del Atlántico de una estrella emergente hispana tiene garantizada una cobertura mediática en revistas especializadas o bien en esos magazines televisivos en que sus presentadores adjudican el sexo femenino a Elia Kazan sin que sus jefes les afeen el desliz "imputable" al directo. Muy al contrario, el fenómeno de ese éxodo de compositores de nuestro país que han encontrado en los Estados Unidos una salida profesional acorde a sus prestaciones artísticas en el ámbito del cine apenas se le dedica un breve o un faldón en la prensa escrita o en internet. Así pues, en poco más de un lustro hemos asistido a la salida al mercado angloamericano de algunos auténticos fueras de serie, caso de Roque Baños, Javier Navarrete y Alberto Iglesias. En este bendito país en que estamos cambiando la expresión de «Vente pa’ Alemania Pepe», por la de «Vente pa’ Alemania, Borja Mari», detectamos a ese éxodo de músicos necesitados de ampliar fronteras creativas con el respaldo de los mejores medios posible. En esta tesitura, Iglesias ilumina el camino con sus tres nominaciones al Oscar la última, por El topo (2011). No serán Javier Navarrete ni Roque Baños –muy asimilado al gusto americano en su concreción sinfónica, ora al estilo Danny Elfman, ora al de John Williams o al de Jerry Goldsmith— quienes dejen en mal lugar el pabellón hispano, pero tampoco ese relevo generacional en el que destacan Lucas Vidal formado en los USA y dado a conocer al mercado internacional merced a sus participaciones en el cine de Jaume Balagueró— o Arnau Bataller, este último con todas las trazas para cobijarse bajo la sombra de Christopher Young, en cierta manera su mentor. Todos ellos destilan talento a raudales, pero se cierne un interrogante, al menos desde mi perspectiva, de que tal asimilación a un mercado cuyos jóvenes directores nativos o asimismo importados no se caracterizan por poseer un background en materia de música sinfónica, quede más bien en una huella que no deja rastro. Una huella que el tiempo acaba borrando en un cine contemporáneo que, como Richard Clayderman a la música clásica, tanto daño ha hecho ese espúreo concepto de las bandas sonoras administradas con arreglo a una concatenación de canciones. Desasistido ese enfoque sinfónico tan franco para que los matices sepan discernir, identificar sensaciones, emociones que quedan fuera del alcance de la palabra, Baños, Iglesias, Vidal y compañía deberán seguir perseverando en sus respectivos empeños y confiar en que la “divina providencia” les conduzca a inmortalizar en el pentagrama esas composiciones que lleguen a formar parte del imaginario colectivo sin necesidad de permanecer cubiertas por una pátina de folclorismo. Sea como fuere, si tuviéramos un país más formado en lo musical a nivel docente, seguramente muchos cargos políticos colocarían entre los ejemplos a seguir de aquellos “emigrantes” en busca de mejores oportunidades en época de vacas flacas, a un ramillete de músicos circunscritos al terreno cinematográfico y, en general, al audiovisual en los primeros compases del siglo XXI.


No hay comentarios: