domingo, 1 de julio de 2012

«EL FIN DE SEMANA» de Bernhard Schlink: EL EXILIO INTERIOR

De un tiempo a esta parte vamos conociendo historias que nos hablan de la necesidad de buscar respuestas de las víctimas del terrorismo de ETA por parte de sus verdugos. Ese goteo de encuentros cara a cara llena de valor a todos aquellos necesitados para saber de motu proprio la sinrazón que llevaría a unos indepedendistas fanáticos a empuñar un arma o detonar una bomba, fijando sus objetivos en personas que querían eliminar simplemente porque no pensaban como ellos. Desde este blog he mantenido que los últimos capítulos de ETA guardan un notable paralelismo con lo acontecido en relación a la banda terrorista germana Baader-Meinhof. Asistimos estos meses a esa muerte por “inanición” de ETA, cayendo en las redes policiales los estertores de una banda que aún persiste en mantener, en forma de marquesina, el rótulo con el anagrama de la serpiente enroscada en un palo pero la “empresa del terror” tiene las “persianas” bajadas sin posibilidad de volver a abrir.
Especialmente pertinente y revelador para entender las analogías existentes entre ETA y la Baader-Meinhof —desde el prisma de esos mundos cerrados operados por un radicalismo ideológico que justifica la lucha armada, con grupos de apoyo que les daban una dimensión mucho mayor de la que, en realidad, tenían en cuanto a los “pistoleros” contabilizados en sus filas— fue para un servidor la visión de RAF: Fracción del ejército Rojo (2008), dirigida por Uli Edel, una de las mejores películas europeas en lo que llevamos de siglo. Dentro de otro ámbito cultural, ese mismo año se publicaría en Alemania “Das Wochenende” (2008), de Bernhard Schlink, (1944, Bielefield, Alemania) traducida al castellano con el título Fin de semana y publicada en abril de 2011 dentro de la suprema colección «Panorama de Narrativas» del sello Anagrama. Pendiente su lectura desde entonces, Fin de semana me ha vuelto a situar en el camino del conocimiento de la realidad de la Baader-Meinhof a través del personaje de Jörg, un ex miembro de la Fracción del Ejército Rojo que, tras cumplir veintitrés años en prisión, obtiene la libertad y se reencuentra con sus viejos amigos de “militancia” ideológica, que no terrorista. Éste deviene un personaje inventado si bien funciona a modo de arquetipo del joven idealista de izquierdas atrapado en una espiral radical que le llevaría a someterse a una disciplina paramilitar en forma de “ejército rojo” con el enemigo “estado” situado en el punto de mira. Sobre Jörg pivota la historia que nos cuenta Bernhard Schlink cautivo de ese estilo libre de arabescos narrativos, de exposición sencilla y franca, acotando a la mínima expresión referencias a otros textos literarios (se ciñe únicamente a Lolita de Vladimir Nabokov y Las esposas de Stepford de Ira Levin) y dotada, eso sí, de una primorosa sensibilidad cuando afloran cuestiones íntimas encofradas en el ánimo y en el espíritu de sus “criaturas” literarias. En virtud de ir acumulando lecturas de sus novelas —El lector (2009), Mentiras de verano (2012) y Fin de semana (2011), por este orden—, esa percepción de escritor que se aplica a la esencia del relato y desgrana el mapa de las emociones de los personajes en liza de una forma encomiable va convirtiéndose en “marca de fábrica”. Asimismo lo es alguna que otra pincelada referida al mundo de la judicadura —“remanente” de su condición de juez en distintas plazas con cargo de alta responsabilidad— que para el caso que nos ocupa se corresponde con la presencia de Andreas, el abogado de Jörg, en una casa de campo solariega durante un largo fin de semana.
Habilitada para leerse en ese espacio temporal al que alude su título, la novena novela de Bernhard Schlink nos sumerge en esa dialéctica sobre el fracaso de la lucha armada asumido por esos miembros que purgaron sus pecados en las cárceles. Entre los observadores de la constatación de tamaña realidad encontramos familiares —la hermana mayor del protagonista, Christiane—, amigos de juventud —Ulrich, quien le ofrece trabajo en su empresa dedicada a la odontología, Karin y Henner, entre otros—, un hijo (Ferdinand Bartholomäus, alusión velada a Sacco y Vanzetti) al que pasa cuentas a su progenitor, y Marko, ese joven imbuido de la “mítica” de la Baader-Meinhof y que flirtea con recuperar ese espíritu “combativo” de antaño. Marko pertenece a esa escuela de angry young men que podemos encontrar representados en la gran pantalla en un film como Los edukadores (2004), en la que empezaría a despuntar Daniel Brühl. El actor ideal, sin duda, para encarnar a Marko en una hipotétitca adaptación cinematográfica evaluada al corto o medio plazo de un texto que se presta igualmente a su representación teatral. Cualquiera de estos medios serviría a la “causa” literaria de Fin de semana, una obra que quizás haya quedado eclipsada por el longseller El lector pero que merece ser descubierta para todos aquellos persuadidos con la idea de que el placer puede ir de la mano de la reflexión.

Enlace a la página web de Editorial Anagrama



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