miércoles, 21 de agosto de 2013

EL DECLIVE DEL IMPERIO EUROPEO: EL HUMANISMO EN PELIGRO

20 de agosto de 2013. Casi mil muertos en Siria, según todos los indicios, a causa del empleo de armas químicas que han sesgado la vida de personas de todas las edades, incluidos bebés. En dos años se han contabilizado decenas de miles de víctimas en este país situado al norte de África. La comunidad Europa, a través de una nota de prensa de uno de sus portavoces, expresa unas palabras de repulsa, conminando a que las partes en conflicto (el gobierno de Bashar al-Asad dominado por el poder militar y la oposición, esto es, el ejército “rebelde”) lleguen a un pacto de no agresión y se adivina entre líneas una serie de operaciones en paralelo para tratar de esclarecer lo sucedido vía comisión de investigación a cargo de observadores internacionales. Cuerpos inertes de todas las dimensiones imaginables colocados en hileras asoman en los telediarios o en Internet con la intención de mostrar al mundo el alcance de una barbarie a la que sistemáticamente el viejo continente da la espalda en atención a que se trata de “asuntos internos” de Siria que nada guardan relación con los objetivos marcados por los burócratas, léase políticos y economistas que rigen los destinos de la comunidad europea. Ellos viven en sus Torres de Babel, preocupados y ocupados en que la zona Euro responda bien a la terapia de shock aplicada en determinados países (Grecia, España, Italia, etc.), en forma de rescates encubiertos o semiencubiertos, para salir de la recesión económica y mostrar al mundo que aún somos un continente solvente, fiable para atraer inversión extranjera y con ello generar un crecimiento sostenido por lo que atañe a los números.
    Desde hace tiempo, Europa habla el lenguaje de los banqueros, apropiándose sus dirigentes de la idea que el dinero deviene la «reserva espiritual» de Occidente a la que debe rendirse pleitesía y jugar «amor eterno». No importa lo que suceda fuera de nuestras fronteras en materia de violación de los derechos humanos, de atrocidades sistemáticas sobre poblaciones masacradas víctimas de dictadores que arman a sus ejércitos no tan solo desde los Estados Unidos o Rusia, sino de empresas de países del viejo continente algunas de las cuales tributan en paraísos fiscales. El humanismo es un valor residual cuando los máximos mandatarios de la Unión Europea se colocan frente al espejo de los millones de ciudadanos que forman parte del continente bombardeándonos con mensajes, imputs afianzados en el concepto de la homogeneidad, de la cohesión territorial en materia económica. Luego, si acaso, le tocará el turno a dejar caer algún que otro comunicado que muestre esa otra cara continental, la de una Europa que para el oído sobre lo que acontece allén de sus fronteras pero que obstruye los conductos que irrigan el corazón. Ese corazón delator vaciado de sentimientos que palpita solo al ritmo de los indicadores económicos, de lo que ocurre en los parquets financieros. Allí se cuece el futuro, según sus razonamientos, de las vidas de los seres registrados en el censo de la zona Euro del planeta Tierra.
    A la luz del siglo XXI, del que hemos recorrido hasta la fecha más de una década, no puedo por menos que expresar mi desazón, mi absoluta frustración por un continente que va a la deriva en materia humanista verbigracia de la aspiración de convertir Europa en un área del planeta aislado de lo que ocurre más allá de sus fronteras, en que el «Ser Supremo» deviene el dinero. No necesitamos rescates financieros a tutiplén; urge un rescate de ese humanismo que había aflorado en Europa al tomar conciencia de las atrocidades cometidas en un continente que vio nacer en el margen de menos de treinta años dos guerras mundiales. Entonces, una generación de políticos elevaron la antorcha de un rearme moral y ético al amparo de crear sociedades capaces de extraer de las lecciones que depara una historia (la relativa al viejo continente) escrita con tinta roja una idea de humanismo. Todo ello parece haber quedado desmantelado por esos tecnócratas que ocupan puestos de alta responsabilidad en el viejo continente que se desayunan con los periódicos digitales (a través de tablets o Ipads) o en papel especializados en economía.  No leen a Stefan Zweig ni a Joseph Roth. Tampoco ven películas de Charles Chaplin. En una de las líneas del monólogo final de El gran dicador (1940) escuchamos aquella frase de que «pensamos demasiado y sentimos muy poco». Gran verdad aplicada a esos tiempos modernos en que el humanismo, en su área de influencia del viejo continente, se encuentra en peligro fruto de las directrices de una comunidad de políticos influyentes imbricados con el poder (léase lobby) financiero en busca de la quimera del oro que hacen caso omiso al llanto proveniente de poblaciones civiles de Asia y África masacradas por dictadores disfrazados de bondad y victimismo cuando toca protagonizar esos videos promocionales con los que mostrarse al mundo. Irak, Egipto, Siria, Libia… Qué más da. El declive del imperio europeo en materia humanista razona como una de las verdades más evidentes de lo que llevamos de siglo XXI. En contra de la fórmula que se aplican estos dirigentes cautivos de una visión unidireccional de la vida sembrada de billetes de euro, sigo creyendo en el «valor refugio» del humanismo. Así me lo dicta un corazón que aviva su ritmo cardíaco cuando conoce noticias como la proveniente de Siria. Lloro por esas víctimas inocentes de un mundo que se desangra mientras hay médicos que auscultan el latido de un billete de 50, 100 0 500 euros. Saben que no tiene ritmo pero desprende un aroma ciertamente embriagador.      

1 comentario:

Cheri dijo...

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