domingo, 15 de diciembre de 2013

CAMINO DE LA INDEPENDENCIA (I): UNA VISIÓN PERSONAL SOBRE LA REALIDAD CULTURAL CATALANA

Puede que centenares de miles de personas de Catalunya contemplen el 9 de noviembre de 2014 como una fecha clave para el devenir de sus vidas y sobre todo del anhelo de contribuir a la creación de un estado independiente, segregado del estado español. A todo gesto, acto, posicionamiento, idea, expresión le surge su contrario. En este sentido, el movimiento independentista catalán que ganaría adeptos para la causa en junio de 2010 —creo que ese fue el verdadero punto de inflexión en razón de la manifestación por el recorte del Estatut realizado por el Tribunal Constitucional; luego el 11-S de 2012 y el de 2013 vinieron a refrendar un posicionamiento en defensa de la terra— no es una excepción ya que los denominados partidos nacionales, los que abogan por un estado federal (PSOE, UPyD)) o por mantener el status quo (léase PP) han movido ficha en el sentido de evitar a toda costa la celebración de un referéndum en Catalunya. Choque de trenes dirán algunos. Si vale el símil más bien un tren AVE frente a un tren de mercancías al que se van uniendo más unidades en forma de vagones a medida que el gobierno del PP se empecina en obviar el tema y acogerse a la Carta Magna como si fuera el único salvoconducto para preservar la unidad (sic) del estado español.

   Nací y resido en Catalunya desde hace cuarenta y seis años, es decir, toda una vida. Este es un país para algunos, una comunidad autónoma (menudo eufemismo en los tiempos que corren) para otros o un lugar para existir (para los menos; los que nos guiamos por una concepción más universal acorde a un pensamiento utópico) bastante curioso. He recorrido las calles de sus principales ciudades, he visitado centenares de pueblos, he transitado por carreteras de toda condición en vehículo, pero también en bicicleta y sigo creyendo que es un rincón del mundo maravilloso. Quiero a Catalunya y a su gente. Muchos quizás lo desconozcan pero dirigí y coedité la primera revista de cine en lengua catalana de periodicidad mensual, Seqüències de cinema, y el próximo año se cumple el veinte aniversario de mi primer libro, La generació de la televisió: la consciencia liberal del cinema americà (1994). Leo, hablo y escribo con corrección el catalán. Para el uso diario, en la forma de relacionarme con los demás, el catalán es mi primera lengua. Pero no me siento nacionalista e independentista por la sencilla razón que considero el idioma un factor de enriquecimiento, no conforme a un arma arrojadiza que divida a unos y a otros. El tener una lengua propia es una condición necesaria pero no suficiente para que un pueblo decida segregarse de un crisol de pueblos denominado España. Los que básicamente contemplan la vida desde el prisma económico el independentismo es una razón de peso para justificar su voto afirmativo en caso de darse vía libre a un referéndum. Desde hace tiempo he calibrado en mi fuero interno que la cultura y la difusión de la cultura forma parte de mi «ADN». Y desde esa perspectiva niego la mayor que un hipotético estado catalán nos conduzca a una prosperidad cultural. Más allá del folclorismo con el que los dirigentes políticos juegan a su favor para arrimar el agua a su molino (electoral), nos encontraríamos ante un país encallado en tantas disciplinas artísticas, obligado a exportar talentos porque la demanda interna se situaría bajo mínimos pese a ese factor “corrector” en forma de subvenciones. Por ejemplo, siete millones camino de ocho no da para forjar una industria cinematográfica “a la catalana”. Un par de planos a vista de pájaro en una producción de Zack Snyder sería el presupuesto de un cine cuyos productos acabarían derivándose a la pequeña pantalla, y en concreto, a la sacrosanta casa de TV3 donde alimentarían el bulo de la existencia de una robusta cinematografía catalana apadrinada por Ventura Pons en una suerte de video promocional. ¿O acaso creemos que la cristalización de la independencia catalana llevaría aparejado una explosión de consumo de la cultura autóctona? Me temo que no sería así. Conozco la idiosincrasia del pueblo catalán. Salvo excepciones, aquellos tutelados por un independentismo mórbido (los que operan en la órbita de Ómnium Cultural y demás entidades apostadas en los aledaños del gobierno, los que les dan de comer en forma de generosas subvenciones) prefieren leer en castellano; van a ver películas dobladas al castellano porque aunque les quedara otra, ya se sabe, la fuerza de la costumbre es un arte en sí mismo; sus guías musicales se expresan en la lengua de John Milton, y el consumo de videojuegos, mejor en versión norteamericana que lucen más. Y no hablo de oídas. Seqüències de cinema nació cuando se cumplía el centenario del cine. Entonces, existía un bosque de revistas de cine en lengua castellana, hasta un total de ocho. La lógica dictaba que protegieran una iniciativa privada que apostaba por una publicación en catalán. La dejaron caer. No tuvo subvenciones. Me sentí orgulloso de esa revista por su vocación universal. www.cinearchivo.com hubiera podido desdoblarse en www.cinemaarxiu.cat como una herramienta de consulta válida para el sistema educativo vehiculado en la lengua de Salvador Espriu, pero han preferido gastarse el dinero, por ejemplo, en el servicio de cátering de actos pronacionalistas, como diría el sinpar José María García, reservados a estómagos agradecidos… al poder. Ese poder al que importa la pela (Money, of course) pero hace oídos sordos a esa cultura que no opera sobre el terreno del folclorismo, del localismo a ultranza. Los independentistas llevan en mente una idea de país que un servidor no comulga. No me interesan sus planes; no son los míos. Mi bandera es la cultura y su difusión. Pero la cultura con mayúsculas, no la de cartón de piedra que aboga por un sentimiento identitario de signo localista. La que se sostiene con cimientos sólidos debido al material con el que ha sido efectuado y la que viaja de una parte a otra del planeta sin que nos interroguemos sobre su procedencia. Quizás me equivoqué de país al haber nacido, pero sigo amando esta tierra con una de las lenguas más hermosas que existen en armonía con la lengua castellana, cuya riqueza no es sino una prolongación de la existente en un crisol de identidades que opera bajo la “marca” España.