miércoles, 9 de abril de 2014

«MALAS HIERBAS: HISTORIA DEL ROCK EXPERIMENTAL (1959-1979)»: GUÍA PRÁCTICA PARA AMANTES DE LA MÚSICA EN RETROSPECTIVA

Cádiz sigue siendo una de las provincias del estado español que mayor porcentaje de escritores ha dado por número de habitantes. Las razones de la proliferación de escritores gaditanos no obedece a un mayor índice de lectura concentrada en esas latitudes, sino que se debe a diversos factores, sin descuidar el principio de casualidad. A esa prolija lista de literatos, entre los que encontramos a Juan Bonilla, Elvira Lindo o Antonio y José Manuel Serrano Cueto, se une desde hace pocas fechas Óscar Carrera (1992, Jerez de la Frontera). Con tan solo veintidós años, Carrera lleva publicados un par de libros de muy distinto perfil, la antología de relatos La prisión evanescente  (2013, Producciones Flaca) y el ensayo musical Malas hierbas: Historia del rock experimental (1959-1979). Nacido el mismo año que una exposición universal colocaría a la capital hispalense en el mapa mundial, Óscar Carrera ha tenido en la participación de blogs (El yugo eléctrico de Alicia, Cómo conocí al de los Rivers, Desde el cadalso) un campo abonado para dar rienda suelta a su procaz vena de escritor, estimulado por una formación que no conoce fronteras, desde lo gastronómico hasta lo musical pasando por la novela. Esa misma hambre por publicar en papel que le ha llevado a cocinar esas malas hierbas formuladas bajo los parámetros del rock experimental circunscrito a la década de los sesenta y setenta. Allí donde florecieron infinidad de grupos que tratarían de revertir el orden natural de las cosas, a fuerza de exprimir el magín mientras se ingerían sustancias psicotrópicas, se procedían a lecturas perfiladas sobre lo místico, esotérico o mágico, y los ejercicios con los instrumentos obedecía a la gimnasia diaria, aparcando así los hábitos docentes en la inmensa mayoría de los casos. Dicho lo cuál, un libro de las características de Malas hierbas: Historia del rock experimental (1959-1979) parecería más lógico que hubiera llevado la rúbrica de un veterano musicólogo bregado en mil y una tiendas de segunda mano, a la caza y captura del vinilo raro, de esa pieza de coleccionista que colocar (another brick in the wall) a lo ancho de una pared de una habitación de un hogar, verbigracia de una esclava afición, convertido en santuario de la música contemporánea. Empero, la insultante juventud de su autor Óscar Carrera razona en la idea de que su provisión de fondo musical para tejer el relato, en forma de guía, de Malas hierbas, se encuentra más en esa "biblioteca de Alejandría del siglo XXI" llamada Youtube que en una extensísima colección de vinilos y CD’s, salvo que figurara beneficiario de una eventual herencia de plásticos y decibelios. Lo que sí parece incuestionable es que Carrera ha trabado una obra exhaustiva en su apartado expositivo, que le concede un conocimiento impropio de un joven de su edad, macerado a partir de un número infinito de audiciones concentradas en un relativo corto espacio de tiempo. De la excelencia a la pobredumbre musical (fiel exponente de ello, la banda The Shaggs, cuya génesis estaría envuelta en una suerte de epifanía dictada por el patriarca Austin Wiggin), el oído de Carrera ha trabajado a destajo para que la mente procesara una obra-guía que repercutiera en el papel un texto ágil, fluido, sin arabescos de por medio. En su conjunto, Malas hierbas representa uno de esos libros que, pese a la proliferación de juicios sobre el parecer de un determinado disco o grupo, no resulta molesto ni ofensivo. Más bien, refuerza su carácter de obra singular, siendo una nueva aproximación en torno a una época y un espacio de una música (con su epicentro en Gran Bretaña, pero sin descuidar el carácter transversal del fenómeno del rock) que encontraría arraigo en una generación que hizo de la misma (casi) un dogma de fe. Cualesquiera que se enfrente a la lectura del presente volumen llegará a la conclusión de que estamos ante una de las etapas de mayor fertilidad creativa de la Historia de la Música Contemporánea, con especial significación para el fenómeno del rock sinfónico al que Carrera atiende sobre todo en ese trienio dorado, el de 1971-1973. En este sentido, me congratula observar cómo tras la publicación de Historia del rock sinfónico (2012) escrita por un servidor, hasta la fecha un par de títulos han seguido su estela en el mismo sello editorial, esto es, Yes: Más allá del abismo (2013) y Malas hierbas: Historia del rock experimental (1959-1979). Obras complementarias al texto que vio la luz hace un par de años, escrita en el caso de esta última por un representante de una nueva generación de escritores al que es fácil adivinar una carrera prolífica, en consonancia con dos de los músicos citados en su primer ensayo, Rick Wakeman (el teclista de Yes) y Frank Zappa. Sendos compositores e instrumentistas que ocuparían lugar en las últimas hojas de un hipotético diccionario conformado por los centenares de nombres propios que se dan cita en las páginas de esas Malas hierbas, una obra que, a buen seguro ha arrancado horas de sueño de un calendario personal apto para pasar conforme a un ciclón en la vida de Óscar Carrera.


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