domingo, 8 de junio de 2014

«WHO I AM: MEMORIAS» de Pete Townshend: A CORAZÓN ABIERTO

Dos títulos. Dos únicos títulos versados sobre el mundo de la música que Malpaso Ediciones ha puesto en circulación en el corto espacio de unos meses y que llevan en su título un denominador común, el de «Memorias». Las de Neil Young más bien responden al efecto de un impulso de escritor que apelara al duende de su difunta figura paterna, pero que inapelablemente redundaría en un trabajo con muchas aristas sin pulir, un borrador presto a una corrección y/o revisión que nunca llegaría, derivando en una primera tentativa literaria acorde a ese espíritu libre incapaz de obedecer a una normativa, someterse a una estructura correlativa con el propio sentido cronológico. Mas, en el otro libro de Memorias publicado por Malpaso, Pete Townshend, uno de los principales motores creativos de The Who, ha elaborado un manual de peso más de quinientas cincuenta páginas lo contemplanpero extraordinariamente liviano por lo que atañe a lo fácil que resulta su lectura. Nacidos ambos en 1945, Neil Young y Pete Townshend comparten asimismo una similar fidelidad-devoción por la música y una tragedia localizada en sus fases primarias las relativas a la infanciaque marcarían un punto de inflexión en sus respectivas existencias, quedando impregnados para siempre de unas secuelas difíciles de soslayar. Si en el caso del artista canadiense la polio que se le diagnosticó al cumplir los cinco años acarrearía problemas de por vida, con esos fantasmas del pasado que sobrevolaban en su interior en los momentos de aflicción y derivados de un agotamiento físico, el genio británico Pete Townshend arrastraría para el resto de sus vidas el haber sido víctima de abusos infantiles por parte de un eventual padre sustituto, Denny. En uno de los pasajes más lúcidos de Who I Am: Memorias (2014) Pete Townshend comparte con el lector una honda reflexión que persigue una consideración de raíz sociológica: «En aquella época no tenía ni idea de cuántas personas debían lidiar con sentimientos parecidos. En los años de la inmediata posguerra en Gran Bretaña había tantos críos que habían experimentado traumas terribles que resultaba habitual cruzarse con jóvenes tremendamente confundidos. La vergüenza conducía al secretismo; el secretismo, a la alineación. De todos esos sentimientos brotaba en mí la convicción de que los daños colaterales inflingidos a los que crecimos en la posguerra debían confrontarse y expresarse a través de todas las formas populares del arte; no sólo de la literatura, de la poesía o del Guernica de Picasso. También de la música. En el camino hacia la verdad, el buen arte no puede más que desbaratar la negación»
    De manera fortuita, a lo largo del primer semestre de 2014 he tenido una doble “cita” con The Who. En primera instancia, accedí al visionado de Amazing Journey: The Story of the Who (2007), en que al margen de las habituales featuretes que corresponden por “definición” a la edición en formato digital en torno a un grupo o un solista, presté atención al detalle del contenido de un documental servido con un poso historiográfico nada desdeñable. Al cabo, la agradable sorpresa que ha comportado la publicación de la obra de Townshend en lengua castellana, ha servido para despejar algunas incógnitas o malentendidos en torno a un personaje tan poliédrico como Neil Young, presto a pasar a la posteridad por una serie de trabajos labrados entre finales de los sesenta y mediados de los setenta, en especial Tommy (1969) y Quadrophenia (1973). En todo caso, el balance global me reafirma en el pensamiento que Pete Towshend puede haber trascendido cara al aficionado a la música por este par de obras magnas guiadas por un sentido conceptual, pero su importancia en cuanto a su personalidad artística, creativa va mucho más allá, involucrando de una forma absolutamente diáfana su faceta de escritor. Un escritor self made man cuando su profesor de la Escuela de Arte supo que cobraba menos que aquel advenedizo músico,  tuvo la convicción que podía ir por el buen camino, al menos desde un prisma crematísticoque cubriría contra todo pronóstico el cargo de editor adjunto de Faber & Faber, procurando bajo su tutela dar salida a ediciones en inglés de textos de Jean Genet... e incluso una autobiografía de Pau Casals (¡). Lejos que su vertiente de editor le situara en un espacio de placentera estabilidad emocional y/o creativa, Pete Towshend ha vivido instalado en un perenne tobogán fruto de sus excesos con sustancias psicotrópicas (LSD, heroína, cocaína, etc.) y el alcohol que me han recordado de soslayo la biografía personal de Dan Fante hijo del notable escritor John Fante publicada en Sajalín hace un par de años. Con todo, Pete Townshend ha sabido sortear toda clase de contratiempos, siendo el fallecimiento de sus compañeros de grupo Keith Moon y John Entwistle celoso de una privacidad que impediría en vida poner en conocimiento de su gran amigo su filiación a una orden masónicapuntos capitales en el desarrollo de un relato personal preñado de sinceridad, en que convive el logro de la conquista de los objetivos fijados por ese adolescente de figura desgarbada, pero también el de la derrota, más patente si cabe cuando ataca al flanco de los sentimientos excelente la narración de ese episodio de amor no correspondido con la actriz Theresa Russell, a la que acabaría dedicando una canción que cuando queda apeado de toda clase de proyectos de índole musical, sabedor que la capacidad de reciclar material obra “milagros”. Especialmente pertinente al respecto deviene la transformación sufrida por el proyecto de The Iron Man que pasaría a denominarse The Giant Man bajo el manto protector de la Disney comandada en su aparato de dirección por un emergente Brad Bird. Peor suerte tuvo Lifehouse, una pieza propia de un visionario el concepto de internet parecía trazada en su fecunda imaginaciónque se situaría a primeros de los años sesenta, a través del grupo Detours,  al pie de una cima que parecía impensable de escalar. De aquel embrión nacería a mediados de esa misma década The Who, situándose al poco de su creación en ese campamento base que daría acceso a ollar la cumbre del éxito comercial y artístico cumplido el cambio de década. Una vez conquistada la cumbre, Keith Moon pronto acabaría precipitándose al vacío, absorto por una vida sin freno. Su muerte dejaría una situación de desamparo a una formación británica adjetivada de mítica cumplido apenas un lustro de su existencia. Pese a la baja de Moon y más tarde la de Entwistle, Townshend y Roger Daltrey no han querido despegarse del significado de mantener viva la llama de The Who, en honor a una banda que marcaría un antes y después en la Historia del rock. En cierto sentido, Who I Am rinde honores a ese legado musical cultivado con mimo a lo largo de las décadas, el que ha dado crédito para que el nombre de Pete Townshend se eleve al conocimiento de aficionados de la música de distintas generaciones. Pero asomarse a este volumen de memorias representa un encuentro con los aspectos más ocultos de una personalidad que persigue en los últimos capítulos de Who I Am un enfoque sobre todo reflexivo, que parece ir acompañado de las lecciones aprendidas merced a su mentor espiritual Meher Baba, junto a Roger Daltrey y su esposa Karen durante tantos años, el más citado en una obra franca a ocupar un espacio preferente en las bibliotecas de los buenos aficionados al rock. Con permiso de Bob Dylan, sin duda Pete Townshend es el que ha demostrado un mayor background literario, dispuesto a jugar a favor de los intereses de armar un libro de memorias de una extraordinaria calidad a todos los niveles. En su largo proceso de maduración Who I Am encontramos presumiblemente la clave de que Townshend haya aquilatado el peso de lo anecdótico con la sustancia propia de un relato narrado en primera persona expresado a corazón abierto por un ser culto, amén de un superdotado de la música. Malpaso, pues, anota un acierto más en su política editorial de ir al encuentro de textos que nos ayuden a configurar con mayor precisión el cosmos personal y profesional de leyendas forjadas en el espacio del rock de los años sesenta. El de Who I Am representa uno de esos textos para enmarcar, con una soberbia traducción de Miquel Izquierdo, cuyo medio millar de páginas pasan conforme a un suspiro merced a ese vendaval de sapiencia llamado Pete Townshend, de oficio genio y figura hasta una sepultura que esperemos tarde mucho tiempo en llegar. De tal suerte, podrá seguir cultivando su vena de escritor.  

domingo, 1 de junio de 2014

STEVE HACKETT Y SU «GENESIS EXTENDED 2014 WORLD TOUR» EN BARCELONA: EL AÑO DEL RESURGIMIENTO DEL ROCK SINFÓNICO (III)

Pimlico es un barrio situado en la zona de Westminster, en el corazón de la capital inglesa, que en los últimos compases de los cuarenta —una década en la que Londres estuvo a merced de los bombardeos aéreos, sufriendo con especial crueldad los estragos de la Segunda Guerra Mundial— vio proyectado su nombre a las esferas de la popularidad procurada por el cinematógrafo verbigracia del estreno de un título surgido de la factoría Ealing. Al poco de la puesta de largo de Passport to Pimlico (1949) nacía en ese mismo rincón de Gran Bretaña Steve Richard Hackett. Cumplidos los veinte años de existencia, Steve Hackett, tras su paso por una formación afroinglesa llamada Heath Brothers, recalaría en otra hermandad musical, la integrada por Peter Gabriel, Phil Collins, Mike Rutherford y Tony Banks. La voz cantante de Genesis, que así se llamaba la formación, la llevaría Gabriel, al punto que Steve Hackett ilustraría un sentimiento más o menos compartido por los otros miembros, el de una «orquesta en el foso» mientras el carisma del artista proclive al disfraz se elevaba sobre el escenario. Pese a ese reino de taifas en el que acabaría convirtiéndose Genesis, Steve Hackett parecía no tener cabida una vez Phil Collins tomó el mando de la situación ante la salida de Peter Gabriel llamado por los cantos de sirena del cinematógrafo, el guitarrista nativo de Pimlico expediría un pasaporte a esa libertad creativa capaz de asegurarle una plaza entre los artistas de culto cara a diversas generaciones. Pese a su extraordinaria amalgama de discos que brindaría a partir de su álbum de debut en solitario, Voyage of the Acolyte (1975), Steve Hackett ha puesto en valor su etapa al servicio de Genesis, sabedor que en la misma había contribuido a escribir algunas de las páginas más brillantes de la Historia de la música contemporánea del último tercio del siglo XX. Faltaba, empero, la perspectiva necesaria para que Mr. Hackett calibrara la importancia de ese proyecto desarrollado en común por un repóker de músicos de talento de veintitantos años, para proceder, al cabo, a la recuperación del Genesis de la primera mitad de la década de los 70 para los escenarios de medio mundo. En ese empeño iría trabajando a lo largo de los años, de manera simultánea con diversos proyectos personales y colectivos. A las puertas de la edad de jubilación, Hackett lleva recorrido un amplio camino desde entonces colocando el foco sobre su etapa en Genesis. Para el que ha denominado «Genesis Extended 2014 World Tour» Hackett se ha visto arropado por un line-up que saca lustre a la esencia musical de Nursery Crime (1971), Foxtrot (1972), Selling England By the Pound (1973) y The Lamb Lies Down On Broadway (1974). El pasado día 28 de mayo pude asistir al magisterio de Hackett y su banda en el Barcelona Teatre Musical, enclave localizado en las faldas de la Montaña de Monjuich, desde cuyo punto más elevado podría observarse el caos que reinaba en la principal arteria del barrio de Sants, en que la violencia campaba a sus anchas para vengar la tentativa de derribar (a medias) un espacio de autogestión cultural, el de Can Vies. De nuevo, los medios de comunicación se ocuparían de la crónica de una mala noticia mientras que la buenanueva de la actuación en el Barcelona Teatre Musical en la noche de ese miércoles de ceniza (consecuencia de esos contenedores y mobiliario urbano que ardió por la ira de unos pocos) quedaría mayoritariamente silenciada. Lógicamente, para los casi dos millares de espectadores que acudimos a una cita con la historia musical, la realidad fue otra muy distinta. Dos horas y media de concierto dejaron a las claras que Steve Hackett lograría el efecto buscado. El efecto de una música que invita a la ensoñación a través de un mecanismo perfectamente engrasado, en que Hackett, situado en el centro del escenario guitarra en ristre, se siente envuelto, arropado por un conjunto de músicos que adoptan su rol sin necesidad de tener la impresión que operan «en el foso» mientras el maestro de ceremonias hace gala de un protagonismo excesivo.
   Fue la primera vez que veía actuar en directo a Steve Hackett, para la ocasión, en compañía de Sir Eduardo Martin y Álex Lema, situándonos en el anfiteatro de un Barcelona Teatre Musical prácticamente abarrotado. Desde esa posición teníamos una perfecta panorámica del funcionamiento de ese mecanismo de relojería, de ese tic tac sincronizado al compás de los acordes de Hackett y del bajista Nick Beggs (su figura filiforme y su larga melena rubia y lacia creaban cierta confusión desde la distancia), de la parte de percusión a cargo de Gary O’Toole (tocado por un sombrero de hongo cuando empezaba a anunciarse el fin de fiesta), de los teclados de Roger King, de la voz de Nad Sylvan y de la aportación del multiinstrumentista Rob Townsend. Este último nos deleitó con el uso de la flauta mágica que contribuiría sobremanera a robustecer el carácter bucólico, pastoral, de piezas como “The Fountain of Salmacis”, “The Musical Box” o “Supper’s Ready” (superlativa su ejecución) extraídos de los álbumes que jalonan esa Edad de Oro del rock sinfónico o progresivo en sus múltiples variantes, y de Genesis en singular. Al final del magisterio de Hackett y su banda, con la propina de “Los Endos”, leí en los rostros de algunos de los asistentes a ese evento la idea de felicidad atrapada en ese túnel del tiempo que viajaría hacia los años de excelencia creativa de la etapa de Genesis de Peter Gabriel, pero también de Steve Hackett. La salida de ambos provocaría un cisma creativo, provocando que el fiel de la balanza se decantara hacia ese paisaje pop-rock que llevaba la marca de Phil Collins. Cualquier tentativa de reunificación de Genesis pasa por la aprobación del batería y voz del grupo durante muchos años. Pero su distanciamiento con Hackett invita a creer que la resolución de la ecuación se complica. Mientras tanto, Hackett concluye la gira por el continente europeo de Genesis Extended 2014 World Tour en Portugal. Allí, a buen seguro, le aguardará Joanna Lehmann, su esposa con que quien recientemente se casó y que ha fortalecido su espíritu juvenil y su ilusión por una música encofrada de múltiples estilos, pero con una seña de identidad bien definida en esos horizons descritos en el libro del Genesis de la Biblia del Rock Sinfónico, en que el arcangel Gabriel se dejaría secundar por músicos del tronío de Mr. Hackett, cuyo primer pasaporte se expediría en Pimlico el 12 de enero de 1950. Ahora, a sus sesenta y cuatro años, su regreso a la época de Genesis le ha rejuvenecido en todos los sentidos para la dicha de los que seguimos creyendo con más firmeza que nunca que el rock sinfónico lleva inscrito el valor de la reivindicación en un ejercicio de acto de justicia para con la Historia musical del pasado siglo.