martes, 29 de julio de 2014

ARA SÍ TOCA. EL «CASO PUJOL»: SECRETOS Y MENTIRAS EN EL «OASIS CATALÁN»

Al calor de las noticias surgidas en los últimos días, buceando en la memoria sobre la primera imagen mental que conservo de Jordi Pujol i Soley (n. 1933) es la de un dibujo que realicé con diez u once años. En el mismo aparece, a toda página, Jordi Pujol vestido de Sancho Panza, a los lomos de un burro, y Josep Tarradellas ataviado con el traje de Don Quijote, tratando de fijar la posición de un equino. Desconozco si ese dibujo fue producto de la imaginación o simplemente me serví del modelo de una publicación en papel. En cualquier caso, ambos llegarían a compartir una idea similar de país y ocuparon, de manera sucesiva, el puesto de President de la Generalitat de Catalunya. A finales de una década que dejaría atrás por fortuna una época de oscuridad en la Tierra Media del estado español sometida a una Guerra Civil y la posterior etapa franquista, Jordi Pujol i Soley accedería al Trono de la Generalitat para quedarse por espacio de veintitrés años. Durante ese periodo no tan solo Jordi Pujol era el personaje de largo más popular de Catalunya sino que llegó a convertirse en una presencia diaria en los Telenotícies y, en general, en los medios de comunicación. Recuerdo que hacía broma al respecto, diciendo que en el estudio de TV3 donde se emitía el Telenoticies debían tener el retrato colgado de Jordi Pujol y, en un momento dado, la cámara enfocaba la imagen del "Molt Honorable". Para medir el alcance del conocimiento que podría tener la gente de Catalunya sobre Jordi Pujol el anecdotario nos ofrece una “foto” instantánea plenamente ilustrativa al respecto, más allá de lo que se relata en las notas biográficas publicadas en un sinfín de sitios, incluido la wikipedia. Catalunya tiene censados casi mil municipios. Pues bien, el ex President de la Generalitat presumía de haber estado en todos estos municipios, con alguna que otra salvedad presta a ser corregida. Además, Pujol se dejaba “querer” en los pueblos, hablando de manera distendida con sus habitantes y preocupándose por cuestiones que podrían evaluarse “menores” a los ojos de un político residente en una gran urbe. Sí, para muchos Pujol era Dios bajado a la tierra prometida en cuyo horizonte muchos querían ver y siguen viendo una idea de país emancipado del todopoderoso estado español. No lo sería para un servidor, manteniéndome durante todo este tiempo receloso sobre un personaje que parecía situarse por encima del Bien y del Mal, llegando a hacer célebre una frase, «Ara no toca», a partir del instante que un periodista le debió importunar con alguna pregunta fuera de la agenda de ese día. Calibré que ese era el típico gesto altivo de alguien que se siente legitimado por la púrpura del Poder, ejerciendo el «ordeno y mando» con firmeza. Pero no es menos cierto que en su última legistatura, desde sus propias filas de Convergència (el partido que cofundaría) i Unió se dejaron sentir las voces que abogaban por un relevo generacional. En el banquillo de CIU dos nombres se postularían con fuerza para sustituirlo: Josep Antoni Durán i Lleida, y Artur Mas. Finalmente, Artur Mas tomaría el mando de la dirección de CIU y después del experimento que supuso el tripartito (ERC + PSC + IC, una ecuación difícil de digerir), el delfín de Pujol ganaría la plaza de President de la Generalitat en 2010. Por aquel entonces, Jordi Pujol parecía pasar a la Historia de Catalunya conforme a una figura incuestionable, un referente inexcusable y un luchador por una patria que algunos empezaban a acariciar con la mirada puesta en la asunción de una serie de competencias en distintas materias, es decir, una mayor cuota de antonomía que diera alas a un anhelado estado independentista. En su calidad de pensador, estadista y hombre de estado, Jordi Pujol se plegaría a escribir por entregas sus memorias, eso sí, convenientemente pasadas por la destilería cuando tocaba evaluar los negocios familiares, excepción hecha del capítulo dedicado a su padre Florenci Pujol, perteneciente a la burguesía e impulsor de Banca Catalana, que generaría un proceso judicial cuando se liquidaría la sociedad, convenientemente tapado por espúreos intereses. Al margen de borrar cualquier sombra de duda en torno a la presunta gestión fraudulenta del caso Banca Catalana que le llegaría a colocar en el ojo del huracán en un determinado punto del proceso judicial, muy pocos repararon en el momento de la salida al mercado de las publicaciones de estos volúmenes las lagunas referidas a los negocios familiares gestados y consolidados durante el largo mandato del patriarca Pujol. Una de estas voces disidentes con el relato vital y profesional oficial de Jordi Pujol i Soley se llama Albert Boadella, fundador y director de Els Joglars. Él había sido vetado por diversos medios catalanes, al parecer, porque dijo verdades difíciles de escuchar en tiempos del pujolismo, y su representación sobre los escenarios de Ubú President, provocaría un terremoto de baja intensidad entre la clase política afín al ideario de Convergència i Unió. No obstante, el terremoto que sí haría trontollar (tambalear) los cimientos de CIU se produjo el pasado 25 de julio de 2014 cuando Jordi Pujol daba a conocer a la prensa un escrito de un folio que trata de exculpar a su familia sobre el asunto de una presunta herencia de su padre no regularizada durante más de treinta años. En ese paraíso fiscal andorrano, al parecer, Jordi Pujol guarda un tesoro que se ha transformado en una bomba con efectos retardados. Una bomba que después de tres décadas seguía intacta y ha acabado explosionando en las manos de Jordi Pujol i Soley. Prisionero de sus asesores durante tres días para consensuar una estrategia, Artur Mas comparecería ante la prensa para adoptar una serie de medidas, previo acuerdo con el Consell Directiu del Govern, que pasaban por eliminar una serie de privilegios heredados por Pujol en función de su cargo de President de la Generalitat y, de paso, lanzar el mensaje que la consulta del 9 de noviembre cara al independentismo seguía su curso sin alteración alguna, argumentando que «el país está por encima de las personas. Y así debe ser». Según sus propias palabras, Mas sentía dolor, pena y compasión por Jordi Pujol, reduciendo el asunto a un tema personal y familiar. Cuando la oposición reclama una Comisión de Investigación para esclarecer el «caso Pujol», CIU y su socio de gobierno en la sombra, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) con Oriol Junqueras al frente, niegan la mayor. Ni tan siquiera CIU expresa su voluntad porque Jordi Pujol se explique en el Parlament ante unos hechos de una gravedad que no admite disculpas. Al escuchar las respuestas de Mas y la posición adoptada por CIU y ERC para evitar llegar al fondo del asunto conforme a un acto de higiene democrática (saben que la vía judicial puede eternizarse y así ganar tiempo cara a las metas fijadas), siento vergüenza de estos políticos incapaces de leer lo que el sentido común pide y exige. De aquí hasta principios de noviembre nos aguarda un vendaval de noticias referidas al clan Pujol, refrendando lo que en su día dijo Albert Boadella: «son como una familia siciliana, próxima a los Corleone». Mas ha acabado transformándose en ese personaje cervantino que lucha contra los Molinos de Viento en forma del estado español que representa la culpa de todos los males de la nació catalana. Y a su lado le acompañará para siempre ese Sancho Panza que dibujé en mi infancia, el de un ser afectado de una arrogancia mórbida, esposo de Marta Ferrusola (su apariencia de ama de casa volcada en la jardinería contrasta con su pérfida imagen reproducida por la mujer despechada, Victoria Álvarez, la ex del primogénito y pieza clave a la hora de destapar las corruptelas de la Sociedad Ilimitada de los Pujol) y padre de familia de siete hijos, buena parte de los cuales deberían ser perseguidos por la justicia hasta acabar en el precipicio. Otro precipicio nos aguarda si seguimos creyendo que esos "salvadores de la patria", ahora instalados en el poder (CIU) o en la antesala de poder (ERC), nos guían hacia su particular Shangri-La por el camino del independentismo. Los mismos que hacen caso omiso a un pueblo que exige luz y taquígrafos sobre un caso, el que incrimina a Jordi Pujol y el de su prole que, a efectos monetarios (por ejemplo, para blanquear tres mil millones de dólares en activos mobiliarios se requiere una lavadora del tamaño de un edificio de varias plantas), deja en un juego de niños el «caso Bárcenas». Limosna la que atesora el ínclito ex tesorero del PP en manos de esos sinvengüenzas llamados Oriol, Oleguer i Jordi (noms ben catalans, sí senyor) que lucían no hace demasiado tiempo con orgullo los apellidos Pujol i Ferrusola.   

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