miércoles, 20 de mayo de 2015

PISANDO LA «ARENA» DEL NEO PROG ROCK MIENTRAS OBSERVO UN «CIELO AMENAZANTE»

Arena en sala Bikini (Barcelona) el día 17 de abril de 2015.
Foto: Christian Aguilera.
17 de abril de 2015, 20 h oo, sala Bikini de Barcelona. Los sospechosos habituales del (neo) prog rock nos dirigíamos a la entrada de una sala emblemática de la década de los 60 y 70 en la ciudad Condal que desde hace años acoge espectáculos musicales con una cabida nunca superior a los tres centenares de personas. Aforos, por tanto, limitados que se disputan aquellas bandas o solistas nacionales o internacionales que no arrastran consigo masas, por lo general permanecen opacas a la difusión de los medios de comunicación oficiales y se enorgullecen de complacer a una parroquia fiel. Sin contar con los teloneros de rigor, Arena saltaría al ruedo de la sala Bikini minutos antes de las nueve de la noche para brindar un espectáculo de dos horas de duración, especialmente motivados por el hecho de presentar su octavo disco en estudio, The Unquiet Sky (2015), en plena celebración del veinte aniversario de la fundación de la banda británica. En la recta final de la gira, Arena actuaría en tres ciudades del estado español, la primera de las cuales, Barcelona, contaría con un centenar largo de espectadores entregados a la causa de un metal / rock progresivo “incendiario” en algunos pasajes de un show renovado verbigracia de un disco que se presentaba en sociedad y de la presencia del front men Paul Manzi, aún con pocas horas de vuelo en la nave nodriza pilotada por Clive Nolan, a la sazón teclista de Pendragon, y Mick Pointer, ex batería en la etapa primigenia de Marillion. En mi primer contacto en directo con la propuesta de Arena advertí desde la segunda fila que John Mitchell el tercero en orden de reparto de galones en el grupo nacido a mediados los 90 mantenía de inicio una actitud un tanto distante. Luego tuve constancia que sus juegos a la guitarra con fraseos que remiten a la «Escuela David Gilmour»—  demandan del calentamiento pertinente, siendo el bufón Manzi el encargado de encender los ánimos de ese centenar de espectadores, algunos de ellos presumo labrados en mil batallas en la arena del (neo) prog rock, otros procedentes del heavy metal o el hard rock y los menos jóvenes en torno a los dieciocho años, intuyo considerados por sus compañeros de pupitre auténticos marcianos que escuchan y asisten a conciertos de grupos exentos de abalorios y de una potente mercadotecnia, solo guiados por el sentido de hacer la música en la que creen. Más allá de contemplar con una cierta incredulidad los pies desnudos de Mitchell u observar los cambios de vestuario de Manzi en el acto final tocado por un sombrero de copa y ataviado de una chaqueta un tanto raída: la ecuación parecía proyectar la sombra de otro mago de la escena, la de Juan Tamariz, el fundamento orgánico de la música concentraría toda la atención del respetable, llamando poderosamente la atención la riqueza estilística del último trabajo de la banda, The Unquiet Sky. Además del tema que da nombre al disco (sugerido por John Mitchell), otros cuatro temas recién horneados se integrarían en un set list que dejaría a relucir las prestaciones de tenor de Manzi con un cover de Queen.
    De la experiencia vivida en la sala Bikini en una noche primaveral extraigo la importancia de calibrar el verdadero peso de una banda en directo, allí donde los defectos o las virtudes quedan al descubierto sin mediar filtro alguno. Más que ninguna de las bandas del neo prog rock que alcanzan a mi conocimiento, Arena enarbola la bandera de un metal destilado en la trastienda del "alquimista Nolan", que como Tony Banks durante una etapa de Genesis, en su condición de teclista (y en su caso letrista half time) ha asumido las riendas de un proyecto que cumple su veinte aniversario, jalonado por ocho discos en estudio y otros tantos en directo que han merecido edición discográfica. No faltan, empero, los pasajes inherentes a una herencia del rock sinfónico, que cobran una nueva dimensión en la portentosa voz de Manzi, a mi juicio un músico capaz de llevar a Arena a otros espacios estilísticos poco o hasta la fecha jamás transitados por un quinteto con visos a consolidarse si la apuesta del bajista Kylan Amos sale bien parada. Al escuchar over and over The Unquiet Sky llego al convencimiento del enorme fichaje que ha supuesto la inclusión de Manzi, haciendo patente su progresión desde Seven Degrees of Separation (2011). Un recambio que amplia el repertorio vocal de Rod Snowden, quien desde la barrera intuyo que debe asistir con una actitud ambivalente a la (necesaria) evolución de un grupo del que había sido parte activa desde The Visitor (1998) hasta los últimos conciertos en directo celebrados en 2010, a un lustro vista de un año que, a buen seguro, marcará un punto de inflexión de una banda cuyas espaldas asimismo desde el plano metafórico/escénicoestán bien guardadas por los veteranos Nolan y Pointier, “almas gemelas” de un proyecto que quisieron poner en valor en los estertores del siglo pasado y que sigue funcionando con el mismo propósito de enmienda: explorar nuevos territorios del rock sinfónico sin desfallecer en el intento.